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lunes, 27 de febrero de 2012

Mejor solo que mal acompañado, Por: Maritza Ulate

“Mejor solo que mal acompañado” es una frase usada con frecuencia, por quienes, luego de iniciar una relación, se desilusionan de su pareja. Lo más preocupante es que esto suele suceder tanto antes como después del matrimonio; y digo preocupante porque las consecuencias a nivel emocional y espiritual de un sentimiento de esta índole, después de haber contraído un vínculo tan fuerte como el matrimonio, podrían ser devastadoras.

Cuando una persona que ya se ha unido a otra, experimenta estos sentimientos, deberá buscar ayuda con el fin de encontrar una solución acorde a su situación. Sin embargo, justo para evitar una amarga experiencia que lleve a tales sentimientos, se debe entonces dimensionar la trascendental importancia que tiene el noviazgo, como etapa para llegar a conocer, a profundidad, a la persona que hemos elegido para compartir, entre otras cosas, tiempo, cariño y experiencias.

Aún, aquellas parejas que no están pensando en el matrimonio al establecer una relación sentimental, deben buscar este objetivo, tanto por el bienestar actual de ambos como porque eventualmente la relación podría llevar al matrimonio.

Las razones por las que hombres y mujeres buscan establecer vínculos afectivos románticos son variadas, como también son las características o atributos que buscan en una posible pareja. Tratar de establecer cuáles razones son las correctas o el tipo de características “recomendables” sería obviar la individualidad y complejidad del ser humano. Sin embargo, lo que si podemos hacer es tratar de establecer algunas de las motivaciones, patrones y elementos que pueden resultar en dinámicas y vínculos poco saludables en el desarrollo de las relaciones románticas.

Naranjas completas

Entre algunas de las motivaciones poco saludables para el establecimiento de relaciones románticas, se encuentran la búsqueda de alguien que nos haga feliz, que nos “complete” porque en cierta forma nos sentimos incompletos y no hemos podido encontrar la felicidad en nosotros mismos. Sin embargo, la felicidad y la plenitud tienen que ver con nuestra realización personal.

Cuando se le da a alguien, por más buena persona que sea, la responsabilidad de hacernos felices, estamos destinados a la desilusión. La plenitud como personas es responsabilidad nuestra, debemos procurar una sana autoestima, la madurez emocional y espiritual a través de valores y principios bien definidos, así como también, en lo posible, el desarrollo de habilidades y conocimiento que nos permita el sostenimiento personal. Depender de otra persona en cualquiera de estos ámbitos es dejar ir de nuestras manos nuestro bienestar personal.

Este tipo de actitud hacia las relaciones crea codependencias que en última instancia terminarán siendo fuente de dolor, sufrimiento e inclusive de depresión. Es usual escuchar a mujeres y hombres decir que tal o cual persona no “me llena”, “no me hace feliz” o bien “no es mi media naranja”. Ante todo, y sin tener que depender de si tenemos o no una pareja, debemos procurar ser “naranjas completas”, que se preocupan por alcanzar una alta autoestima, madurez emocional y espiritual y el sostenimiento propio.

De esta forma, las relaciones interpersonales, ya sean románticas o no, se convierten en una forma de compartir nuestra propia plenitud con otros, sin que busquemos en ellas lo que debemos hurgar en nuestro interior.

Si bien es cierto, podemos buscar en una relación romántica la compatibilidad y entendimiento, es definitivamente erróneo buscar ser completados por alguien más, como se dijo anteriormente, por más buena o “perfecta” que esa persona sea o parezca. Así también, la propia búsqueda de la plenitud, nos facilitará descubrir en los otros, si ponemos la suficiente atención, esa misma plenitud; y esto nos lleva al otro punto importante de tocar, cuando hablamos de relaciones románticas, esto es, la búsqueda de la persona ideal.

Buscando otra naranja completa

Entre otras cosas, es posible que por razones culturales, de historia de vida, o bien emocionales, busquemos características poco sanas en las personas con las que deseamos establecer una relación romántica. “A mí me gustan los hombre de verdad”, podría decir la mujer que busca al macho estereotipado, fuerte, controlador, sobreprotector, experimentado…, este es el concepto que por generaciones una cultura patriarcal nos ha hecho creer que es un “hombre de verdad”, o bien buscan al eterno conquistador, que con sus palabras dulces y “embaucadoras” despiertan sueños que se vuelven pesadillas con el pasar del tiempo. De la misma forma, un hombre podría considerar como posible compañera sentimental únicamente a aquellas mujeres con poco criterio, sumisas y fáciles de controlar. La búsqueda de estos estereotipos, o bien de otras características que se derivan de la inseguridad, baja autoestima, problemas emocionales no resueltos, arraigos culturales que desdeñan los valores esenciales del respeto, la honestidad, la equidad y la tolerancia, etc., con seguridad conducen a relaciones problemáticas que terminan desgastando a ambos miembros de la pareja.

Por lo anterior, es esencial buscar en el otro esa plenitud que hemos identificado a través de procurar alcanzar nuestro propio desarrollo integral.

Algunas de las características que podrían servir como señales de alerta en la escogencia de pareja podrían ser:

• Baja autoestima, la que se puede manifestar en una constante necesidad de halago y reafirmación, celos, necesidad de controlar e imponer el propio criterio u opinión.

• Poca valoración del ser humano, expresado en actitudes de menosprecio hacia otros, especialmente de personas en condiciones de vulnerabilidad.

• Carácter explosivo, poco control de las emociones, especialmente cambios abruptos de estado de ánimo, como períodos de ira luego de una hilaridad excesiva.

• Desdeño de valores y principios universales como son: la fidelidad, el respeto, la tolerancia, la colaboración y la equidad.

• El ensimismamiento excesivo, dificultad para compartir con otros los propios sentimientos y una tendencia a mantener en secreto aspectos de la historia de vida o experiencias personales pasadas.

• Tendencia hacia una continúa demanda del otro en términos de tiempo, atención y cuidado.

• Inmadurez emocional en relación a la etapa de vida por la que se transita.

Si reconocemos al menos una de estas características en la persona con la que tenemos o pensamos tener una relación sentimental, es importante reflexionar sobre las consecuencias que continuar, o iniciar, esta relación podría traernos en el mediano y largo plazo, nunca es demasiado pronto para evitar involucrarse en una relación dañina; y si ya se está involucrado en una relación poco saludable, es recomendable que busque ayuda y alternativas a seguir.

Así las cosas, al gusto hay que añadirle inteligencia, la atracción física, el deslumbramiento pasajero o bien el “amor a primera vista” como elementos únicos en la escogencia de pareja, aún en una relación de noviazgo, podrían tener consecuencias lamentables en términos de nuestro propio bienestar y construcción de nuestro proyecto de vida.

Las relaciones interpersonales, y en especial las relaciones sentimentales deben tener como premisa que su dinámica impulse aún más nuestro desarrollo y bienestar integral. Esto nos lleva a plantearnos cuales deberían ser las características de una relación de noviazgo saludable.

Dos naranjas completas rodando juntas

Esta frase bien puede describir, a manera de analogía, las relaciones que podrían llegar a ser constructivas. Dos personas plenas compartiendo con miras al crecimiento personal, son el principio de una relación que bien podría deparar mucha satisfacción y plenitud a ambos miembros de la pareja.

Algunas de las características que bien describen una relación de noviazgo saludable son:

• Una excelente comunicación. Ambos miembros se sienten en libertad de expresar sus sentimientos, aspiraciones y expectativas sin ningún temor. No se hacen presuposiciones sobre las actitudes, reacciones o formas de expresarse del otro, hay una tendencia a aclarar las dudas e inquietudes que pueden surgir en el trato diario y en temas o asuntos de mayor trascendencia.

• La relación está caracterizada por la libertad de acción. No se limita o restringe la actividad del otro, por ejemplo, interacción con familiares y amigos, práctica de deportes u otras actividades de interés o esparcimiento que no necesariamente se realiza en conjunto con el otro.

• Se comparten valores y principios similares como guía de la actitud con que se enfrenta la vida.

• Los proyectos de vida de ambos no son diametralmente opuestos, hay al menos algunos puntos de coincidencia sobre los cuales se podría eventualmente construir un proyecto de vida conjunto.

• La relación está mediada por los valores fundamentales de: la fidelidad, el respeto, la consideración, la tolerancia y la equidad, entre otros

Si usted es una persona que ha decidido estar mejor sola o solo que mal acompañado, ¡felicidades! Usted está bien ubicado en el camino de la realización personal y del establecimiento de relaciones sentimentales sanas.

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