Visión y Misión

Visión.
Ser líder en la orientación y fortalecimiento de las familias dentro y fuera de la iglesia en la República Dominicana.

Misión.
Orientar a los miembros de la familia en el concepto de la verdadera relación y responsabilidad familiar para tener un hogar saludable, a través de la palabra de Dios.

Versículo del día

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domingo, 26 de septiembre de 2010

Vivamos bien, Por: Sixto Porras

La pregunta que surge es, ¿cómo lograrlo? Reduciendo el ritmo para poder disfrutar la lluvia caer, el abrazo de un hijo y la caricia de un abuelo. Vivir bien no significa ausencia de problemas, o ausencia de dolor, porque no hay día sin noche.

Abrazar los principios universales de la sana convivencia es lo que nos permite tener una conciencia tranquila y una mirada clara. Viven bien los que tienen una conciencia transparente.

Vivir bien es el compromiso sostenido en el tiempo, en expresiones tales como la fidelidad, el respeto, la capacidad de pagar el precio implícito por amar perdonar, y permanecer. Estos compromisos requieren esfuerzo y dedicación pero que al final son los que nos otorgan una mejor calidad de vida y paz interior.

El vivir bien no lo determina cuánto salario gano, dónde vivo, en qué lugar estudian mis hijos. Lo determina cuánto valoro lo que tengo, cuánto disfruto el amor de los que amo, cuánto tiempo invierto en compartir con mis amigos, cuánto aprecio mi trabajo, cuánto entusiasmo transmito a quienes conozco y con quienes vivo; cuán provechosas son las relaciones con mis semejantes, cuán integrado estoy a la comunidad que pertenezco.

Vivo bien cuando me doy la libertar de interpretar mi pasado correctamente, entendiendo que se regresa a él solo para inspirarnos y para entender que debemos dejar ir lo que nos dolió y que ya no existe. Vivir bien se logra perdonando a quienes nos lastimaron, a quienes nos abandonaron, y valorando a quienes hoy están con nosotros, a quienes nos recibieron y nos dieron una mano. Esto posibilita el establecer relaciones satisfactorias con los que hoy me rodean, con mi comunidad, y con mi entorno, porque tengo una relación de valoración mutua, de respeto y cooperación.

Vivir bien es tener equilibrio en la vida, a fin de lograr un mayor bienestar emocional. Es no dejarnos dominar por las bajas pasiones que nos heredan ira, desesperanza y frustración. Es la capacidad de levantarse cuantas veces hayamos caído; es perseverar aunque la noche se haya extendido. Es saber que caminando llegaremos. Es mantener serenidad ante la vida, alegría de vivir y armonía consigo mismo y con el mundo que nos rodea. Sin este equilibrio no hay paz interior.

El Vivir bien se obtiene mediante la capacidad de resolver satisfactoriamente los conflictos. Se da cuando ejercito la habilidad de respetar la opinión de los demás, de generar el espacio para diferir, de pedir perdón si ofendí. De saber que la vida tiene varios colores y formas de ser interpretada. Se vive bien, cuando se adopta una actitud madura ante la vida y renunciamos al capricho demandante.

La armonía con Dios la encuentro cuando me reconcilio con Él por medio de la valentía de reconocer mis errores y pedir perdón de corazón. Perdón que mueve al cambio de actitud, y como consecuencia, tranquilidad de alma.

La armonía con nosotros mismos, la conseguimos cuando nos damos la oportunidad de dejar de ver reiteradamente hacia fuera y nos detenemos para enriquecer nuestro diálogo interno.

La armonía con los demás, no la determina el que le caiga bien a todos, ni siquiera que me aprecien, es consecuencia de saber valorar las diferencias, de mantener la distancia correcta, de concentrarme en las virtudes que identifican a quienes me rodean, de perdonar su errores, y de nunca dejar que el agravio se convierta en amargura. Lo determina la capacidad de soltar a quienes han partido, o bien a quienes nos han abandonado. Es la capacidad de amar a quien me aprecia, y de perdonar a quien me lastima.

Mientras un amigo se casaba, pronunció unas palabras a su amada cargadas de sabiduría, él dijo: “Te amaré, porque en el tanto lo haga me acercaré más a Dios y seré feliz, y amaré a Dios, porque en el tanto le ame, más te amaré.” En esta frase se expresa uno de los secretos más profundos para determinar vivir a plenitud, elegir amar a quien tengo que amar, decidir vivir en la dirección correcta, elegir tener armonía con lo que soy y lo que tengo.

Criando hijos en el siglo XXI, Por: Sixto Porras

Un niño, desde muy temprana edad, es capaz de percibir el valor personal que se le asigna, cuando es sometido a esta escala de valores. Cuando el niño no reúne ninguna de las características “privilegiadas” el poco valor asignado dañara inevitablemente su autoestima desencadenando sentimientos de inferioridad difíciles de superar, especialmente por su impotencia para cambiar estas características.

El atributo personal más altamente apreciado en nuestra cultura es el atractivo físico. Hoy se tiene fascinación por la sensualidad en sus diferentes formas, se premia la belleza y se castiga la fealdad.

Si la belleza es en la sociedad actual el ingrediente principal de la autoestima y del valor personal, la segunda característica más importante es la inteligencia. Ambas características se encuentran en la cumbre de nuestro sistema de antivalores.

Cuando un niño no posee inteligencia o belleza física, los padres experimentan a menudo sentimientos de culpa y desilusión, sin meditar que el hijo es un magnífico ser humano, una persona única y especial. Los padres buscan que su hijo esté “calificado” para que sea un motivo de orgullo personal.

De no cambiar la manera en que estamos valorando a nuestros hijos, y en general al género humano, el resultado seguirá siendo generaciones de víctimas emocionales que se perciben como seres sin valor en el equipo de los “perdedores”. Especialmente los niños son las víctimas más vulnerables, pues son muy jóvenes para comprender por qué son medidos con esta escala arbitraria. Paradójicamente no sólo los niños que carecen de estas características serán negativamente afectados, sino también aquellos que las poseen.

Cada uno de nosotros debe asumir responsabilidad e interiorizar una nueva escala de valores, que no este basada en estos atributos, sino en el ser mismo, cualquiera sea su condición, así, al hijo se le amará por el simple hecho de ser hijo, sin importar las características personales.

En la confusión de un mundo con los valores alterados no vasta que el hijo sea un niño promedio. El hijo debe triunfar, sobresalir, debe ser el primero en su edad, en lograr ciertas destrezas, debe obtener calificaciones magníficas en la escuela y asombrar a todos por su inteligencia, además de ser el atleta más destacado, el mejor vestido, el más educado y el más culto. Mientras tanto, en el secreto del silencio los niños van formando su propio criterio de quienes son ellos realmente.

Es necesario recordar que la realidad es distinta, los niños de bella presencia (de acuerdo al concepto actual de belleza) y los muy inteligentes (de acuerdo al sistema actual de educación) son “excepciones”. La inmensa mayoría de niños son simplemente niños, con una enorme necesidad de que se les ame y se les acepte tal como son.

El barrio y la escuela se convierten en lugares donde ellos experimentan momentos desagradables al ver sus habilidades expuestas a un sistema de evaluación que no es justo a su realidad particular. Cuando los niños comiencen a enfrentar este tipo de presión, deben estar preparados.

Los padres deben quitarle de encima la presión que quiere aplastarles, cuando no tienen las suficientes cualidades para destacar, concentrándose en los puntos fuertes del niño y hablando siempre bien de ellos.

Hay cosas en la vida que son más importantes que sacar las mejores calificaciones y la apariencia física; el valor que tiene su hijo como persona debe ser lo más importante.

Una de las principales metas que todo padre debe tener, es ayudar a su hijo a aprovechar al máximo su potencial intelectual, sin que sacrifique su valor personal.

Las personas valemos por lo que somos y no por nuestra apariencia o logros.

Todos los niños tienen derecho a mantener su cabeza erguida, no con orgullo, sino con SEGURIDAD Y CONFIANZA.

El arte de hacer un buen trabajo como padres, se inicia con la habilidad fundamental de poder colocarnos detrás de los ojos del niño, ver lo que él ve, sentir lo que él siente y anhelar lo que él anhela. Y es entonces, cuando somos capaces de enseñarles a creer en sus propios sueños, animarlos a ser perseverantes y luchadores, y ayudarles a quemar las etapas de la vida.

El éxito de la relación entre padres e hijos depende de la habilidad de percibirlos correctamente.

Todos los niños son creados y provistos de valor personal, y tienen derecho a ser respetados y considerados como dignos. El uso apropiado de la influencia y dirección de los padres, provee a los niños la fortaleza interna necesaria para superar los obstáculos con que se enfrentarán.

El hogar debe ser un lugar de refugio y protección para el niño, donde el padre y la madre puedan mirar a su hijo que es feo o con claras deficiencias mentales con admiración, amor y respeto. Unos padres capaces de poderle decir: “No sólo te amo, sino que reconozco tu inmenso valor como ser humano y te respeto por eso”.

Gran parte del concepto que su hijo tiene de sí mismo se desarrolla como resultado de la manera en que el niño cree que usted lo “ve”; está atento a lo que dice e incluso percibe sus actitudes no expresadas y tal vez inconscientes. El niño que está convencido del amor y respeto de sus padres hacia él se inclina a aceptar su valor personal.

El niño en algunas ocasiones sabe que lo aman y que es importante para sus padres, pero también percibe cuando no están orgullosos de él, que no es lo que sus padres esperaban. No se siente aceptado, cuando contestan por él para evitar que les haga pasar un ridículo, o cuando lo estigmatizamos con un sobrenombre que le descalifica.

El respeto ayudará a los hijos a contrarrestar los insultos que inevitablemente recibirá al crecer.

Enseñe a su hijo a no practicar la autocrítica, a valorarse y a siempre hablar bien de él mismo. El no tiene que excusarse por sus deficiencias ya que no produce resultados positivos. Simplemente debe sentirse bien con él mismo y le será más fácil lograrlo cuando se sabe aceptado.

Es importante escucharlo con amabilidad y compasión en lo que el considera sus fracasos y ayudarlo a resolver la causa fundamental del problema.

Ayude a su hijo descubrir y desarrollar sus puntos fuertes:

-Al descubrir los puntos fuertes y aceptar sus debilidades le permite a su hijo sacar mayor provecho de las oportunidades que la vida da.

-Los niños necesitan vencer los sentimientos de inferioridad que surgen al enfrentarse a un ambiente que intentará minimizarlo, o ridiculizarlo. Su hijo necesita saber que es bueno en algo.

-Todos necesitamos sentirnos valiosos, útiles y capaces de llevar adelante retos y desafíos, por lo que, entre mejor se conozca su hijo y desarrolle sus fortalezas, le será más fácil aceptar sus debilidades.

-La realización personal surge de la necesidad de compensar nuestras debilidades.

-Motive a su hijo a que reconozca, acepte y valore sus puntos fuertes. Luego facilite el camino para que comience a ejercitarlos.

-La mejor arma que tiene su hijo para combatir los sentimientos de inferioridad, es desarrollar sus fortalezas.

Ayude a su hijo a desear superarse:

Nuestra sociedad vive en una competencia constante, todos quieren ser mejor que los demás. Principalmente los varones tienen más arraigado este deseo de ser competitivos. Nuestros hijos necesitan reconocer que nadie es mejor que el otro porque le ganó, o porque le venció. Somos mejores porque hoy somos mejores que ayer, somos buenos cuando independiente de la marca obtenida o de la calificación di mi mejor esfuerzo.

La mejor forma de ayudar a que su hijo sepa vivir en un mundo competitivo, es atendiendo sus necesidades y facilitar el camino para que pueda desarrollar sus habilidades y un gran amor propio.

Debe mostrarle a su hijo que el camino a la superación personal, es la competencia que tenga con él mismo en la carrera de superar con esfuerzo sus propias marcas, mientras disfruta la conquista de cada uno de sus logros.

Enseñe a su hijo a ser generoso y bueno con sus semejantes:

El adulto debe enseñar el amor, la bondad y la dignidad hacia las otras personas. Debe enseñarle a identificarse con las necesidades de los demás, a ser compasivo con el que sufre, con el que se siente débil y rechazado, esto permite que su hijo facilite un clima de armonía y menos agresivo donde quiera que esté.

No lo sobreproteja y evite la dependencia:

Un niño jamás aprenderá a caminar si mientras lo hace no se le permite caerse.

Es necesario inculcar responsabilidades acorde a su edad. Ejemplos: Dormir toda la noche en su habitación, alcanzar las cosas que quiere, aprender a caminar, asear su habitación, realizar la tarea, etc.

Si el padre nunca le transfiere responsabilidades a su hijo él desarrollará una dependencia que puede retrasar su proceso de madurez.


La mejor manera de preparar a un niño para que se convierta en un adulto responsable es ayudándolo a asumir responsabilidades poco a poco en la medida en que pueda encargarse de ellas.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Los problemas sexuales; Por: Dr. Mauro Fernández Sandí

Es importante conocer las causas de los problemas sexuales porque así podemos entender la elevada frecuencia de estos trastornos en nuestra sociedad.

En términos generales podemos agrupar algunos factores que propician y predisponen al paciente a sufrir una disfunción sexual.

Problemas de pareja: En nuestra cultura, la sexualidad está íntimamente ligada al aspecto emocional, de manera que en las parejas habituadas al conflicto, donde aflora la hostilidad y la violencia, es común que uno de los dos o ambos experimenten problemas sexuales.

Problemas ambientales: Las casas suelen ser diseñadas sin tener presente el aspecto sexual. Con frecuencia, los cuartos maritales tienen paredes delgadas o incompletas de manera que se escucha en toda la casa lo que acontece en el cuarto marital y eso tiende a inhibir la respuesta sexual, más aún cuando en la misma casa viven otros adultos como hermanos, padres o la empleada doméstica.

Problemas hormonales: Algunos estudios indican que el 50% de los problemas sexuales son producto de alteraciones hormonales, que pueden ser resueltos fácilmente con tratamientos específicos, tal es el caso de las enfermedades de la tiroides, de la hipófisis, la diabetes entre otros.

Problemas de formación: Algunas personas fueron educadas con esquemas y valores que califican a la sexualidad como degradante, enfermiza y perversa. Desde pequeñas fueron aleccionadas en comprender la esfera erótica de manera negativa, al extremo que luego en su etapa adulta no pueden deshacerse de esos conceptos y se ven imposibilitadas a disfrutar de los placeres del sexo.

Alteración sexual en la pareja: Es sumamente frecuente que si uno de los dos padece una alteración sexual, al cabo de un tiempo, el otro miembro de la pareja, experimente problemas sexuales. Tal es el caso de la eyaculación precoz, la cual propicia que la mujer no encuentre deleite sexual; o la mujer que sufre de una ausencia de deseo sexual afecte el apetito sexual del varón y hasta la calidad de sus erecciones.

Problemas de técnica: Hay parejas que son poco diestras en esta materia y fallan en los detalles que son indispensables para el buen deleite, sirva de ejemplo las parejas que tienen relaciones sexuales después de todas las faenas del día, cuando el sexo tiene que competir o lidiar con el cansancio o el sueño. Ejemplifica también el caso de las parejas que ni siquiera apagan el televisor, y en medio acto sexual están pendientes de la programación.

Drogadicción: Quizás uno de los problemas más subestimados sea la adicción a las diversas drogas. Son muchos los hogares que sucumben ante estos tóxicos y desde luego que la sexualidad se ve altamente perjudicial en tal situación. El alcoholismo disminuye de manera categórica el rendimiento sexual, además de que rara vez a las personas les gusta tener una relación sexual con un alcohólico. Las drogas mayores como la marihuana, la cocaína o el crack, alejan tanto de la realidad al individuo que en general se describe que su rendimiento sexual suele ser paupérrimo.

Medicamentos: Las personas casi nunca recuerdan el nombre de los medicamentos que toman, aún cuando los hayan tomado por años, y menos aún que conozcan los efectos secundarios. Son muchos los medicamentos que pueden provocar problemas sexuales, como alteraciones en la erección, disminución en el apetito sexual, problemas eyaculatorios entre otros. Más grave es la situación usual en la que el paciente teniendo el problema sexual desde que toma el medicamento, no lo menciona en las consultas de control y a veces hasta lo niega cuando el médico se lo pregunta directamente.

Abusos sexuales en la infancia: Por mucho tiempo se creyó que casi todas las personas que sufrían un problema sexual sufrieron una violación en la infancia. Hoy sabemos que no, que la mayoría de los problemas sexuales responden a las otras causas que hemos mencionado y que afortunadamente los abusos sexuales no suelen ser la causa de los problemas sexuales del adulto.

Problemas psicológicos: El ritmo de vida, y el grado de tensión que implica el convivio diario ha condicionado una frecuencia cada vez mayor de problemas psicológicos, como cuadros depresivos, cuadros de ansiedad, angustia, problemas de personalidad, reacciones de ajuste, neurosis, las cuales buena parte de las veces se acompañan de importantes alteraciones en la esfera sexual, de ahí la importancia que el manejo integral de estas enfermedades se vele por el desempeño sexual.

El Dr. Mauro Fernández Sandí es Médico Cirujano, Ginecólogo Obstetra, Sexólogo y Educador.

Fuente: http://www.geosalud.com/

Salud sexual; Por: Dr. Mauro Fernández Sandí

Hasta el siglo diecinueve, privaron en el mundo criterios morales o religiosos para designar lo que era sano en el área de la sexualidad.

Los diferentes grupos confeccionaban listas sobre las prácticas sanas y las perversas. Desgraciadamente, ese listado hablaba más del gusto de quienes lo confeccionaban que de un criterio científico objetivo. Se llegó a extremos tan inauditos como el de negar la posibilidad de obtener placer a través del sexo.

Uno de los primeros en señalar, de manera científica, las grandes variantes normales de la sexualidad fue Alfred Kinsey, quien, en vez de teorizar y abstraer, se dio a la tarea de preguntar a las personas comunes y corrientes cuáles eran sus prácticas sexuales, sus conductas, sus visiones y sus pareceres.

Curiosamente, aun cuando muchas personas seguían su vida sexual sobre la base de lo establecido, eran más las que mantenían prácticas sexuales que siempre se habían considerado raras, obscenas y exclusivas de personas con severos problemas sicológicos.

Con base en esto, se inició un verdadero interés por definir realmente cuáles prácticas son normales y cuáles debemos calificar como anómalas o dañinas.

Quizás el criterio más generalizado entre los sexólogos contemporáneos es considerar sana cualquier práctica sexual que se realiza con total consentimiento, sin producir daño y que resulte agradable y placentera.

Es decir, hoy entendemos la sexualidad como un gusto, como una actividad lúdica en la que, aunque suene un poco atrevido, todo se vale, en el tanto no dañe, no se obligue y sea agradable.

Por eso, la recomendación para las parejas que quieran convertirse en verdaderas amantes es dejarse guiar por las señales que emanan del cuerpo, que le den a éste lo que pida y que se zambullan de lleno en la experiencia del placer sexual sin atender a las falsas reglas que han atormentado la vida sexual de la humanidad.

Sabemos que las personas tienen gustos sexuales muy variados, que lo que para unos es indiferente o hasta repulsivo, puede ser extremadamente grato para otros. De ahí la importancia de conocer las diferentes alternativas que ofrece la sexualidad, experimentarlas y escoger las que resultan agradables para compartir en nuestra vida sexual y, desde luego, entender la negativa de la pareja a realizar aquellas que le resulten poco estimulantes.

El Dr. Mauro Fernández Sandí es Médico Cirujano, Ginecólogo Obstetra, Sexólogo y Educador.

Fuente: http://www.geosalud.com/

Nota: Deseo resaltar que aquellos que profesamos una relación personal con Cristo debemos interpretar este artículo en el contexto de lo que la Palabra de Dios prohíbe en la sexualidad, entiéndase:

1.- Adulterio

2.- Fornicación

3.- Homosexualidad

4.- Zoofilia

5.- Sexo antinatura (penetración anal)

viernes, 3 de septiembre de 2010

Anorgasmia; Por: Dr. Mauro Fernández Sandí

A raíz de la II Revolución Sexual ocurrida en los sesentas, el deleite se volvió requisito, el placer sexual se convirtió en una condición capital, hoy no concebimos una relación emocional sin este componente, y como tal, son muchas las mujeres que consultan por dificultades recidivantes para alcanzar el orgasmo.

De manera descriptiva, la mujer que sufre una disfunción orgásmica, mantiene un adecuado deseo sexual, logra experimentar una excitación gratificante y, justo cuando se acerca el momento del clímax u orgasmo, toda esa energía sexual ascendente se desvanece.

Algunas mujeres relatan, que el acto sexual se "corta súbitamente"; otras utilizan términos como "me salgo de la relación sexual" y otras, simplemente no saben qué sucede, pero el orgasmo se vuelve imposible de alcanzar, a pesar de reiterados intentos.

Muchas de las mujeres que sufren esta disfunción (antes llamada frigidez), van perdiendo el interés por la sexualidad, optan por la vida sexual sólo para complacer a su pareja, y no pocas, terminan aborreciendo el sexo.

Las investigaciones señalan que aproximadamente el 30% de estas mujeres sufre alguna alteración hormonal, que no les permite un adecuado desempeño sexual, razón por la cual, deben hacerse exámenes hormonales para determinar la causa e instaurar el tratamiento.

El factor masculino juega un papel predominante. Varones, que sufren de cuadros de eyaculación precoz muy acentuados, no prolongan la relación sexual el tiempo necesario para que la mujer logre alcanzar un orgasmo. En este caso, el tratamiento se dirige inicialmente a resolver el problema eyaculatorio.

Frecuentemente, encontramos problemas en la técnica sexual de las parejas, en el sentido que destinan poco tiempo a los juegos eróticos, a las caricias, besos y abrazos, y restringen su vida sexual a una mecánica e insípida penetración, que suele resultar poco gratificante como para propiciar el ansiado orgasmo.

En estos casos, el sexólogo centra su intervención en ampliar el bagaje cultural sexual de la pareja, y elabora una serie de actividades denominadas experiencias sexuales estructuradas, que le permiten a ambos, encontrar formas más interesantes y nutridas de vivir el deleite sexual.

Se ha descrito también que algunas de estas mujeres recibieron en su juventud una educación sexual errática, que propició una visión distorsionada del placer sexual, asociada a conceptos pecaminosos, sucios o degradantes. Esta información resulta un verdadero freno para el deleite, y debe ser sustituida por nueva información que le permita ver la sexualidad como algo natural y digno de disfrutar.

El Dr. Mauro Fernández Sandí es Médico Cirujano, Ginecólogo Obstetra, Sexólogo y Educador.

Fuente: http://www.geosalud.com/