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sábado, 26 de mayo de 2012

01 - Serie: La Crisis de la mediana Edad “Ahora soy señor y señora”, Por: Sixto Porras


Poco se piensa en la crisis de la mediana edad hasta que llegan los 40 y los 50. De repente, los cambios se comienzan a dar y las huellas de los años se manifiestan. De un momento a otro, en un abrir y cerrar de ojos, ya no son muchachos, sino señor y señora, las personas se resisten al nuevo título, pero al tener que aclarar tantas veces, se rinden a la realidad, “ahora soy señor y señora”. 
La crisis de la mediana edad se encuentra entre los 40 y los 50 años, es la etapa donde la persona comienza a cuestionar su existencia ya que, de repente, la sociedad le recuerda que ya no es joven. Los cuestionamientos son valederos; ¿He alcanzado mis metas? ¿Ha valido la pena todo el esfuerzo? 
Es una etapa donde bajan los niveles hormonales; estrógeno en el caso de la mujer y la testosterona en el hombre. Estos cambios hormonales están acompañados de fuertes emociones que alteran el estado de ánimo; baja la energía, el impulso sexual, y la agilidad física. La andropausia en los hombres y la menopausia en la mujer, es real y debe enfrentarse como tal.
Por el perfecto equilibrio que identifica a las mujeres la crisis sí tiene un fundamento más biológico pero en el caso de los hombres es más psicológico. Es decir, los hombres tienen una mayor predisposición psicológica a convertir en crisis esta etapa de transición. En este momento el tiempo cobra importancia y todo comienza a cuestionarse; los logros, los valores, lo vivido. El tiempo es relevante porque se experimenta la sensación de que se “acorta”. 
Los cambios físicos se acentúan por más que se esfuerce en aclarar que aun es joven, lo recurrente de los comentarios lo ubican en una nueva etapa de la vida, han llegado los años de la edad adulta. 
Aparecen los pensamientos negativos que comienzan a producir frustración y disgusto, se quiere detener el tiempo y ocultar los cambios físicos. Es aquí donde inicia la crisis, porque se vive en negación y se libra una lucha interna. Surge una sensibilidad que parecía haberse superado, pero está ahí. Los temores se tornan más profundos y aparecen los fantasmas de la edad adulta. 
Pero no tiene que ser así, las crisis puede convertirse en oportunidad.

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