Visión y Misión

Visión.
Ser líder en la orientación y fortalecimiento de las familias dentro y fuera de la iglesia en la República Dominicana.

Misión.
Orientar a los miembros de la familia en el concepto de la verdadera relación y responsabilidad familiar para tener un hogar saludable, a través de la palabra de Dios.

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domingo, 7 de marzo de 2010

Los límites de conducta, Por: James Dobson

Mi niño pequeño siempre quiere saber hasta dónde yo lo voy a dejar ir. Una vez que me ha probado y ha hallado hasta qué punto estoy hablando en serio, suele colaborar a partir de ese momento.

¿Qué es lo que pasa por su mente?
Su hijo, como la mayoría de los demás niños, tiene gran necesidad de saber dónde se hallan los límites de su conducta y quién tiene el valor suficiente para obligarlo a respetarlos. Permítame mostrarle cómo funciona esto.
Hace años, durante los primeros tiempos del movimiento de educación progresiva, un entusiasta teórico decidió echar abajo la cerca metálica que rodeaba al patio de un kindergarten. Pensaba que los niños sentirían mayor libertad de movimientos si no estaban rodeados por esa barrera visible. Sin embargo, cuando quitó la cerca, los niños y las niñas se agruparon en el centro del patio de recreo. No sólo no se alejaban de allí, sino que ni siquiera se atrevían a acercarse al límite del terreno. Se ve con claridad que los límites definidos nos hacen sentir seguros a todos. Ésa es la razón por la cual un niño empuja a su padre o su madre a veces hasta la exasperación. Está poniendo a prueba la firmeza de ese padre o esa madre, y explorando los límites de su mundo.
¿Quiere más evidencias sobre esta motivación? Piense en las relaciones que hay dentro de una familia en la cual el padre es firme y amoroso a la vez en la disciplina, la madre es indecisa y débil, y el hijo es impulsivo y voluntarioso. Observe cómo la empuja, la reta, le contesta, la desobedece y la insulta; en cambio, el padre puede poner orden con un par de palabras. ¿Qué está sucediendo aquí? Sencillamente, que el niño comprende y acepta la fuerza del padre. Los límites están claros. No hay razón para ponerlo de nuevo a prueba. En cambio, mamá no ha fijado reglas, y es una víctima fácil en las peleas, todos los días, si hace falta. El hecho mismo de que su hijo acepte los límites que usted le haya impuesto le dice que lo respeta. Con todo, el jovencito volverá a probar de vez en cuanto los límites exteriores, para ver si la “cerca” siguen en su lugar.

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