La crisis tiene su origen en la negación de admitir la
realidad de que los años grandes han tocado a la puerta. Es crisis, en el tanto
nos neguemos a admitir que llegaron los cuarenta o bien los cincuenta, pero es
oportunidad de realización cuando aceptamos la realidad.
Como lo describió un caballero de 50; -Mientras
jugaba, me imaginé la jugada que siempre me salía a la perfección, pero cuando
le di la orden al cuerpo, este no respondió de la misma forma. Las habilidades
han comenzado a cambiar, pero me resisto a admitirlo. O bien, como lo dijo otro
atlético y competitivo hombre de 44. – Escuché que llamaban a un señor y yo
volví a ver buscando al caballero, hasta que me di cuenta que el señor era yo.
Las personas que viven la crisis de la mediana edad
suelen comportarse de forma extraña, como si de repente estuvieran de vuelta a
la adolescencia, se tornan irritables, se aíslan, tienen gustos extraños o más
bien extravagantes, se confunden sobre lo que quieren y lo que aman. Quisieran
vivir algo más emocionante, aquello que les permita vivir una ilusión extinta
por las responsabilidades de la vida. Se vive como si se quisieran probar algo…
que aun son jóvenes.
Algunos comienzan a salir con mujeres menores para
probarse que aun son capaces de conquistar, todo porque están detrás de nuevas
emociones, pero terminan complicados a causa de la diferencia de edades. Otros
quieren vivir la “adolescencia”, que sienten no pudieron vivir. Normalmente
esto lo experimentan los hermanos mayores que asumieron responsabilidades desde
temprana edad.
La responsabilidad familiar pareciera producir
cansancio, y la vida podría haberse convertido en una rutina. Es aquí donde
sobreviene la crisis. Pero algunos, experimentan realización, estabilidad y
plenitud.
Siempre se pensó que las luchas por el crecimiento se
quedaban en la adolescencia, pero ahora se está viviendo la segunda
adolescencia, es una crisis de identidad, donde hay resistencia a crecer.
Es la edad intermedia entre la juventud y los años
dorados, es una línea fronteriza que se extiende entre los 40 y los 55. No es
una edad clara, porque aun se siente la fuerza de la juventud pero se mezcla
con cambios físicos significativos y acelerados.
Las crisis tienen a darse cuando lo establecido se
cuestiona, y cuando se enfrenta una nueva etapa en la vida, esto produce una
sensación de desequilibrio, emociones encontradas y preguntas sin
respuesta.
Ante una crisis tendemos a:
1.- Negar la realidad.
2.- Deprimirse.
3.- Aislarse.
4.- Dejarse vencer por el temor a envejecer.
5.- Descuidar la presentación personal.
6.- Desatender los consejos médicos.
Es una crisis psicológica pero también social, mucho
lo determina la forma en la que la sociedad interpreta estos años de acelerados
cambios. Si para el grupo social entrar a los años grandes es tumultuoso o
decadente, será difícil envejecer. Pero si para la sociedad vivir los años de
la adultez es honroso, será menos pesado pasar la frontera de los años de la
mediana edad.
Tristemente para la sociedad occidental la apariencia
tiene mucho que ver con el “éxito”. Esto ha llevado a una exaltación desmedida
de la apariencia juvenil y a un menosprecio de los años grandes. Hoy se vende
más la imagen que el desarrollo del ser.
Se ha estudiado, que las personas de las zonas
rurales no viven con la misma intensidad esta crisis, porque no están
influenciados por el fenómeno de la apariencia. La crisis de la mediana edad
está determinada por el entorno más que por lo biológico. Por lo tanto, la
mediana edad no justifica las actitudes irresponsables o aventureras.