Poco se piensa en la crisis de la mediana edad hasta
que llegan los 40 y los 50. De repente, los cambios se comienzan a dar y las
huellas de los años se manifiestan. De un momento a otro, en un abrir y cerrar
de ojos, ya no son muchachos, sino señor y señora, las personas se resisten al
nuevo título, pero al tener que aclarar tantas veces, se rinden a la realidad,
“ahora soy señor y señora”.
La crisis de la mediana edad se encuentra entre los 40
y los 50 años, es la etapa donde la persona comienza a cuestionar su existencia
ya que, de repente, la sociedad le recuerda que ya no es joven. Los
cuestionamientos son valederos; ¿He alcanzado mis metas? ¿Ha valido la pena
todo el esfuerzo?
Es una etapa donde bajan los niveles hormonales;
estrógeno en el caso de la mujer y la testosterona en el hombre. Estos cambios
hormonales están acompañados de fuertes emociones que alteran el estado de
ánimo; baja la energía, el impulso sexual, y la agilidad física. La andropausia
en los hombres y la menopausia en la mujer, es real y debe enfrentarse como
tal.
Por el perfecto equilibrio que identifica a las
mujeres la crisis sí tiene un fundamento más biológico pero en el caso de los
hombres es más psicológico. Es decir, los hombres tienen una mayor
predisposición psicológica a convertir en crisis esta etapa de transición. En
este momento el tiempo cobra importancia y todo comienza a cuestionarse; los
logros, los valores, lo vivido. El tiempo es relevante porque se experimenta la
sensación de que se “acorta”.
Los cambios físicos se acentúan por más que se
esfuerce en aclarar que aun es joven, lo recurrente de los comentarios lo
ubican en una nueva etapa de la vida, han llegado los años de la edad adulta.
Aparecen los pensamientos negativos que
comienzan a producir frustración y disgusto, se quiere detener el tiempo y
ocultar los cambios físicos. Es aquí donde inicia la crisis, porque se vive en
negación y se libra una lucha interna. Surge una sensibilidad que parecía
haberse superado, pero está ahí. Los temores se tornan más profundos y aparecen
los fantasmas de la edad adulta.
Pero no tiene que ser así, las crisis puede
convertirse en oportunidad.
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