El comienzo de un nuevo año con frecuencia es el momento en que establecemos con entusiasmo nuevas metas en distintas áreas de nuestra vida. Las hay de distintos tipos: relacionales, laborales, académicas, espirituales; sin embargo, las que tienen que ver con la salud y estado físico, son las que parecen tomar un lugar prominente en los propósitos para este periodo que comienza.
A la vez, es frecuente que estas aspiraciones, se centren de forma más enfática en la apariencia física que en lograr un estado físico saludable y de equilibrio. Algunas de las razones del por qué prevalece esta perspectiva es que actualmente se le confiere una extraordinaria importancia al cómo nos vemos.
Esta perspectiva, de sobreponer el aspecto exterior de acuerdo a las demandas sociales guiadas por las tendencias culturales del momento, podrían, en algunos casos, incluso llegar a poner en riesgo el bienestar físico, emocional y espiritual de las personas.
El ser humano, un ser integral
Con el fin de evitar una visión tan orientada al aspecto físico, se hace necesario tener presente que los seres humanos somos seres conformados por distintos ámbitos que interactúan y se afectan entre sí. La persona es más que su apariencia y aún más que sus emociones, conductas y pensamientos. Los seres humanos somos seres integrales y estamos conformados por tres ámbitos principales: la dimensión física (biológica); la dimensión espiritual y la dimensión psicológica (pensamientos, conductas y emociones).
• La Dimensión Física: La dimensión física se refiere a todo lo relativo al cuerpo, cómo funciona, su etapa del desarrollo, qué cosas lo afectan, así como las sensaciones de dolor, placer, y acción – reacción.
• La Dimensión Psicológica: Comprende los sentimientos: las creencias, atribuciones y expectativas con respecto a uno mismo, al mundo y a los demás, de la mano de las reacciones emocionales que se experimentan ante ciertas situaciones, así como los comportamientos.
• La Dimensión Espiritual: La dimensión espiritual se refiere a la parte que alimenta y fortifica al ser humano; se trata del principio vital en el que se toman las propias decisiones y donde radica la libertad y voluntad. Esta dimensión se alimenta de una relación personal con Dios y determina los principios pertinentes para decidir acerca de los comportamientos buenos o malos.
Cada una de esas dimensiones de la vida actúa en forma simultánea y dinámica con las demás. Por lo tanto, al plantearnos una meta relacionada con el mejoramiento de cualquiera de estos tres ámbitos, se deben tomar en cuenta también los otras áreas a fin de alcanzar un verdadero bienestar integral; no hacerlo es engañoso y en muchas ocasiones puede implicar la experimentación de vacíos, decepción o confusión.
El ser humano, un ser en constante cambio
Sin perder de vista las tres dimensiones abordadas, también es indispensable tener presente que las personas experimentan procesos de constante cambio. La naturaleza de estos procesos son variados, entre ellos podemos mencionar: cambios relacionados con los procesos naturales de tipo biológico, cambios relacionados con la adquisición de saber y conocimiento, procesos impulsados y orientados por factores exógenos relacionados con la cultura y sociedad en que vivimos, cambios relacionados con las relaciones interpersonales que tenemos y establecemos, etc.
Procurar metas que propicien bienestar integral
El alcance de metas propuestas con miras a una mejor salud requiere, primero que nada una motivación correcta, una decisión sostenible en el tiempo y el establecimiento y ejecución de un plan que permita la consecución de cada una de esas metas. En cada uno de esos pasos, como ya se ha mencionado, es indispensable tomar en cuenta las tres dimensiones esenciales: física, psicológica y espiritual, como también los procesos de cambio por los cuales transitamos, tanto de los que tenemos control y podemos influenciar en beneficio del alcance de las meta propuestas, como aquellos sobre los que no tenemos injerencia pero que pueden llegar a determinar la posibilidad o no del alcance de ellas.
Las metas con miras a un bienestar integral son aquellas que contribuyen a un crecimiento en las tres áreas esenciales del ser, según el tiempo y espacio en que nos encontramos. Así, una meta que persigue un mejoramiento, por ejemplo de la apariencia personal, debe de originarse con la motivación correcta (por ejemplo la salud física), no debe ir en detrimento de las otras dos dimensiones, sino más bien potenciarlas (en este caso por ejemplo una mejor autoimagen derivada de un mejoramiento en la apariencia traerá beneficios al área psicológica) y a la vez debe ser realista al considerarla dentro del contexto de las circunstancias, situaciones, etapa de vida, etc. en la que nos encontramos.
Metas antojadizas o con un norte definido.
Todo ser humano, a pesar de estar en cierto grado determinado por su entorno, es libre de plantearse y perseguir las metas de su elección. Ahora bien, las metas que establecemos a través de la vida, deberían en principio, obedecer a una perspectiva más amplia, esto es a un proyecto de vida que al menos debería ser esbozado durante la adolescencia (etapa en que el ser humano es capaz de manejar conceptos más abstractos y complejos y empieza a adquirir una mayor conciencia de su realidad como individuo) aunque este deba ser ajustado de acuerdo a las circunstancias que nos rodean en etapas posteriores. Sin embargo, es usual que las personas, por distintas razones (presión social, tendencias culturales, influencia negativa de la industria del entretenimiento y el comercio, etc.) pierdan el norte y se desvíen en busca de metas antojadizas y descontextualizadas que lejos de propiciar un crecimiento integral con miras a adelantar su proyecto de vida, terminen entorpeciéndolo.
Metas que propician una salud integral, ¿cómo plantearlas?
Al momento de plantearnos metas pensando en nuestra salud, debemos considerar varios aspectos, algunos de estos ya han sido considerados en párrafos anteriores. Además de los ya mencionados, es importante también considerar que en el establecimiento de metas debemos tomar muy en cuenta, y a la vez reforzar, los principios y valores éticos y morales que nos hemos planteado como guía de nuestra existencia, una meta que se contraponga a nuestros principios y valores redundará en el detrimento de nuestra dimensión espiritual, y por ende, según lo explicado, en todas las áreas de nuestro ser.
Otro aspecto importante a considerar es el campo de las relaciones interpersonales. Somos seres sociales, con necesidades profundas de interacción, cooperación y solidaridad con otros. Por lo tanto, es esencial que nos propongamos metas que fortalezcan los vínculos y formas positivas de interactuar con los otros, tanto a nivel familiar como comunitario, metas que en general beneficien de alguna manera a la sociedad como un todo. Alfredo Adler, psicólogo austríaco y discípulo de Freud, señalaba que una persona que disfruta de un elevado nivel de salud mental, es un individuo que ha adquirido la capacidad necesaria apara mantener relaciones satisfactorias con las demás personas, y para unir su esfuerzo al de los otros en la búsqueda del bienestar común. De esta forma, si las metas que nos proponemos contradicen este principio estaremos propiciando el detrimento de nuestra salud mental y por lo tanto de nuestro ser integral.
Por ultimo, es importante enfatizar que buscar la madurez emocional y el equilibrio en nuestro estilo de vida, siendo objetivos que debemos procurar con ahínco constantemente, deben ser elementos indispensables a tomar en cuenta en el establecimiento de metas para una mejor salud. Una vida plena, serena, de contentamiento, en paz consigo mismo y en armonía con el entorno, así como la capacidad de enfrentar con acierto tanto los grandes problemas y adversidades de la vida, como la cotidianeidad, son signos de una madurez emocional. Las personas emocionalmente maduras, establecen y persiguen metas que en general propician formas de convivencia y estilos de vida equilibrados de beneficio personal y bienestar común.
Conclusiones:
• Las metas relacionadas con el aspecto físico, y en especial con la apariencia, parecen tomar un lugar prominente en los propósitos para el inicio de año nuevo.
• El énfasis en la apariencia física podría estar motivada por la excesiva importancia que actualmente la sociedad le confiere a este aspecto.
• Los seres humanos somos seres integrales y estamos conformados por tres ámbitos principales: la dimensión física (biológica); la dimensión espiritual y la dimensión psicológica (pensamientos, conductas y emociones). Cada una de esas dimensiones de la vida actúa en forma simultánea y dinámica con las demás.
• Las metas que nos propongamos deben procurar el crecimiento en estas tres dimensiones.
• Las personas experimentan procesos de constante cambio, este es un aspecto que se debe tomar en cuenta al establecer metas.
• El alcance de metas propuestas con miras a una mejor salud requiere, primero que nada una motivación correcta, una decisión sostenible en el tiempo y el establecimiento y ejecución de un plan que permita la consecución de cada una de esas metas.
• Las metas con miras a un bienestar integral son aquellas que contribuyen a un crecimiento en las tres áreas esenciales del ser, según el tiempo y espacio en que nos encontramos.
• Todo ser humano, a pesar de estar en cierto grado determinado por su entorno, es libre de plantearse y perseguir las metas de su elección.
• Las metas que establecemos a través de la vida, deberían en principio, obedecer a una perspectiva más amplia, esto es a un proyecto de vida que al menos debería ser esbozado durante la adolescencia.
• En el establecimiento de metas debemos tomar muy en cuenta, y a la vez reforzar, los principios y valores éticos y morales que nos hemos planteado como guía de nuestra existencia.
• Es esencial que nos propongamos metas que fortalezcan los vínculos y formas positivas de interactuar con los otros, tanto a nivel familiar como comunitario, metas que en general beneficien de alguna manera a la sociedad como un todo.
• Una persona que disfruta de un elevado nivel de salud mental, es un individuo que ha adquirido la capacidad necesaria apara mantener relaciones satisfactorias con las demás personas, y para unir su esfuerzo al de los otros en la búsqueda del bienestar común.
• Una vida plena, serena, de contentamiento, en paz consigo mismo y en armonía con el entorno, así como la capacidad de enfrentar con acierto tanto los grandes problemas y adversidades de la vida, como la cotidianeidad, son signos de una madurez emocional.
• Las personas emocionalmente maduras, establecen y persiguen metas que en general propician formas de convivencia y estilos de vida equilibrados de beneficio personal y bienestar común.