Procurar hacer todo
perfectamente, no dar campo para ninguna falla en nuestros hijos, es crear un
hogar opresivo y sembrar semillas de rechazo a nosotros y a nuestros valores.
Si constantemente los criticamos y no pueden hacer nada que nos agrada,
apagaremos cualquier estímulo de superación y quizás su amor y respeto por
nosotros. Junto con la tolerancia los niños necesitan la justicia. Si no
experimentan la justicia en el hogar no tendrán un sentido práctico de lo que
es correcto y lo que es malo. Tienen que aprender, muchas veces por medio del
dolor propio, que es malo herir a otros.
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