A la hora de comunicarse o de conversar, es indispensable tener en cuenta ciertos aspectos como el momento, el lugar y, por supuesto, las palabras que se utilicen.
El momento: No todo momento es el indicado para hablar de temas de importancia, más aún si son quejas, deseos, preocupaciones o diferencias de opinión. Por ejemplo, si alguno de los dos cónyuges acaba de llegar de un largo día de trabajo, después de transitar por las calles en “la hora pico”, y además ha sufrido algún percance durante el día, tal persona no estará en la mayor disposición de sentarse a conversar temas delicados, complejos o estresantes a su llegada al hogar. Por lo tanto, las metas de ese diálogo no se alcanzarán en lo mas mínimo en un momento como éste, e inclusive se agregará tensión al asunto que se está discutiendo.
Lo ideal es esperar unas cuantas horas a que el cónyuge haya reposado y el ambiente familiar sea apto.
El lugar: Elija muy bien el lugar para conversar temas de gran importancia. No son buenos lugares: la sala donde se pasean los niños, la cocina mientras cuando hay gente, junto al teléfono (descuélguelo) o frente a una puerta abierta con vista a la calle. El lugar correcto debe contar con privacidad, sillas y mesa (no en la cama), para concentrarse mejor en la buena comunicación y la posibilidad de evitar todas las interrupciones posibles.
Las palabras: Escoja bien las palabras. No use expresiones ofensivas o insultos, porque definitivamente ya no se estaría atacando el problema, sino a la persona. Hay buen arte de escuchar y buen arte de hablar: a la hora de hablar asegúrese que la otra persona percibe que usted señala sus necesidades y deseos, y no que señala sus defectos o errores.
Cada uno es experto de sí mismo, y no de la otra persona. Nunca diga: “¡Aunque no me lo diga, usted siente esto!” o “¡Yo sé qué es lo que usted exactamente piensa!”
El momento: No todo momento es el indicado para hablar de temas de importancia, más aún si son quejas, deseos, preocupaciones o diferencias de opinión. Por ejemplo, si alguno de los dos cónyuges acaba de llegar de un largo día de trabajo, después de transitar por las calles en “la hora pico”, y además ha sufrido algún percance durante el día, tal persona no estará en la mayor disposición de sentarse a conversar temas delicados, complejos o estresantes a su llegada al hogar. Por lo tanto, las metas de ese diálogo no se alcanzarán en lo mas mínimo en un momento como éste, e inclusive se agregará tensión al asunto que se está discutiendo.
Lo ideal es esperar unas cuantas horas a que el cónyuge haya reposado y el ambiente familiar sea apto.
El lugar: Elija muy bien el lugar para conversar temas de gran importancia. No son buenos lugares: la sala donde se pasean los niños, la cocina mientras cuando hay gente, junto al teléfono (descuélguelo) o frente a una puerta abierta con vista a la calle. El lugar correcto debe contar con privacidad, sillas y mesa (no en la cama), para concentrarse mejor en la buena comunicación y la posibilidad de evitar todas las interrupciones posibles.
Las palabras: Escoja bien las palabras. No use expresiones ofensivas o insultos, porque definitivamente ya no se estaría atacando el problema, sino a la persona. Hay buen arte de escuchar y buen arte de hablar: a la hora de hablar asegúrese que la otra persona percibe que usted señala sus necesidades y deseos, y no que señala sus defectos o errores.
Cada uno es experto de sí mismo, y no de la otra persona. Nunca diga: “¡Aunque no me lo diga, usted siente esto!” o “¡Yo sé qué es lo que usted exactamente piensa!”
Estos tres elementos bien manejados pueden ser la clave para mantener o mejorar la comunicación con nuestro cónyuge.
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