En la actualidad la sociedad es sumamente compleja. Diversidad de conflictos aquejan a nuestro pueblo y frecuentemente, es difícil detectar los orígenes de las crisis. En épocas pasadas, era sencillo identificar los problemas y por lo tanto plantear soluciones. Sin embargo, hoy esto es mucho más complicado.
Reiteradamente se ha dicho que la familia es la base de la sociedad; también podemos afirmar que la sociedad como un todo, influye en gran manera en lo doméstico.
Así, cuando hablamos de crisis familiar generalizada, estamos refiriéndonos indirectamente a la crisis social. Esto representa por así decirlo, dos extremos de un mismo objeto.
Analizando el problema desde el ámbito familiar, reconocemos que la situación social incide de gran manera en la dinámica del hogar. Así, una crisis económica afectará el normal desenvolvimiento de la vida en familia. El desempleo, un balance negativo entre ingresos y gastos y una desenfrenada competitividad, son algunos de los flagelos de una crisis de esta naturaleza.
Influencia negativa
La dificultad del Estado para responder a la problemática social de los sectores más necesitados, la limitación para procurar el desarrollo de la infraestructura del país y la falta de inversión en programas de desarrollo y bienestar social, constituyen algunos de los factores que influyen negativamente en la familia.
De forma cada vez más explícita, el entorno social, a través de los medios de comunicación promueve antivalores que calan cada día más profundamente en el estilo de vida de las familias. La infidelidad, la promiscuidad sexual, la violencia, el consumismo, la degradación de la imagen de la mujer, entre otros, son “idealizados” de la manera más sutil.
Si tomamos cada familia como unidad independiente, resulta difícil que estos núcleos enfrenten la problemática social para lograr un cambio. Sin embargo, lo que sí puede conseguir cada una de estas unidades, es prepararse de la mejor manera para enfrentar la adversidad que desde el exterior ataca a nuestros hogares.
Una buena comunicación entre los integrantes de la familia, el estrechamiento de los lazos afectivos, la transmisión de valores adecuados y un ambiente de respeto, compromiso y tolerancia, son factores esenciales para combatir estos elementos externos desestabilizadores.
Actitud correcta
Así también, aunque es difícil de asimilar, este tipo de adversidades puede servir para fortalecer a nuestras familias si asumimos la actitud correcta. El padre o la madre al quedarse sin empleo puede, con su ejemplo, enseñar a sus hijos a mantener la perseverancia, paciencia y confianza en Dios.
Ante la imposibilidad del Estado para solucionar un problema comunal, debemos enseñar a nuestros hijos a tener un espíritu de lucha, a ser solidarios y a defender sus derechos de una forma respetuosa, pero firme. Ante el descontento y la desesperanza generalizados, podemos ser ejemplo de esperanza y serenidad.
La crisis se presentará una y otra vez en diferentes maneras. Lo importante es que nuestros hogares se consoliden como unidad que resista los embates del exterior.
Paradójicamente, el fortalecimiento de las familias, de forma generalizada, tendrá un efecto positivo en la sociedad como un todo. Si una a una, las familias de nuestros pueblos se abocaran a resistir la crisis sin permitir que estos agentes externos deterioren su unidad, sería como una ola expansiva de bienestar que traería consigo una especie de bonanza colectiva.Ante la crisis social, proyectémonos hacia el interior de nuestras familias. Procuremos, a pesar de lo que ocurra a nuestro alrededor, fortalecer nuestra unidad familiar. Esta es la única plataforma de cambio sobre la que tenemos control.
Reiteradamente se ha dicho que la familia es la base de la sociedad; también podemos afirmar que la sociedad como un todo, influye en gran manera en lo doméstico.
Así, cuando hablamos de crisis familiar generalizada, estamos refiriéndonos indirectamente a la crisis social. Esto representa por así decirlo, dos extremos de un mismo objeto.
Analizando el problema desde el ámbito familiar, reconocemos que la situación social incide de gran manera en la dinámica del hogar. Así, una crisis económica afectará el normal desenvolvimiento de la vida en familia. El desempleo, un balance negativo entre ingresos y gastos y una desenfrenada competitividad, son algunos de los flagelos de una crisis de esta naturaleza.
Influencia negativa
La dificultad del Estado para responder a la problemática social de los sectores más necesitados, la limitación para procurar el desarrollo de la infraestructura del país y la falta de inversión en programas de desarrollo y bienestar social, constituyen algunos de los factores que influyen negativamente en la familia.
De forma cada vez más explícita, el entorno social, a través de los medios de comunicación promueve antivalores que calan cada día más profundamente en el estilo de vida de las familias. La infidelidad, la promiscuidad sexual, la violencia, el consumismo, la degradación de la imagen de la mujer, entre otros, son “idealizados” de la manera más sutil.
Si tomamos cada familia como unidad independiente, resulta difícil que estos núcleos enfrenten la problemática social para lograr un cambio. Sin embargo, lo que sí puede conseguir cada una de estas unidades, es prepararse de la mejor manera para enfrentar la adversidad que desde el exterior ataca a nuestros hogares.
Una buena comunicación entre los integrantes de la familia, el estrechamiento de los lazos afectivos, la transmisión de valores adecuados y un ambiente de respeto, compromiso y tolerancia, son factores esenciales para combatir estos elementos externos desestabilizadores.
Actitud correcta
Así también, aunque es difícil de asimilar, este tipo de adversidades puede servir para fortalecer a nuestras familias si asumimos la actitud correcta. El padre o la madre al quedarse sin empleo puede, con su ejemplo, enseñar a sus hijos a mantener la perseverancia, paciencia y confianza en Dios.
Ante la imposibilidad del Estado para solucionar un problema comunal, debemos enseñar a nuestros hijos a tener un espíritu de lucha, a ser solidarios y a defender sus derechos de una forma respetuosa, pero firme. Ante el descontento y la desesperanza generalizados, podemos ser ejemplo de esperanza y serenidad.
La crisis se presentará una y otra vez en diferentes maneras. Lo importante es que nuestros hogares se consoliden como unidad que resista los embates del exterior.
Paradójicamente, el fortalecimiento de las familias, de forma generalizada, tendrá un efecto positivo en la sociedad como un todo. Si una a una, las familias de nuestros pueblos se abocaran a resistir la crisis sin permitir que estos agentes externos deterioren su unidad, sería como una ola expansiva de bienestar que traería consigo una especie de bonanza colectiva.Ante la crisis social, proyectémonos hacia el interior de nuestras familias. Procuremos, a pesar de lo que ocurra a nuestro alrededor, fortalecer nuestra unidad familiar. Esta es la única plataforma de cambio sobre la que tenemos control.
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