Todo matrimonio está en constante cambio.
Dependiendo de las emociones, actitudes y decisiones que prevalezcan, una
relación matrimonial puede encontrarse en la primavera, el verano, el
otoño o bien el invierno. Lo importante es distinguir las claves para identificar
en qué estación se encuentra nuestro matrimonio y tomar acción para
hacerlo crecer sin importar qué momento esté viviendo.
Los matrimonios están constantemente
experimentando un estado de cambio, moviéndose de continuo de una
estación a otra, diferente a las estaciones a la naturaleza, donde éstas
tienen un orden establecido.
Algunas veces nos encontramos en invierno,
desalentados, separados e insatisfechos; otras veces experimentamos la
primavera, con su frescura, esperanza y anticipación. En otras ocasiones
nos deleitamos en el sol del verano, y estamos cómodos, tranquilos,
disfrutando de la vida. Y luego llega el otoño con su incertidumbre,
negligencia y temores. El ciclo se repite muchas veces a través de la
vida de un matrimonio, igual que las estaciones se repiten en la
naturaleza.
La meta es descubrir en qué estación se
encuentra nuestro matrimonio, para ayudarnos a salir de la inestabilidad
del otoño o de la soledad y frialdad del invierno para llegar a la
esperanza de la primavera y a la intimidad del verano.
Es inevitable que en el matrimonio
experimentemos las circunstancias propias de las diferentes etapas, como
la frialdad del infierno, pero podemos sacarle mucho provecho si
aprendemos a anticipar cada estación y nos preparamos de la mejor manera
para vivir siempre un excelente verano y una gran primavera. Las
estaciones del matrimonio llegan y se marchan, pero cada una tiene sus
propios desafíos.
La primavera
En la primavera la temperatura es cálida, la
vegetación florece y la luz del sol es intensa. Es una estación llena de
vida, color y luz. Es la estación donde muchas especies se reproducen, y
las mariposas extienden sus alas. Todos celebran la primavera.
¿Cuáles son los síntomas de la
estación primaveral? Los árboles comienzan a florecer, los
pájaros a cantar, el sol alegra nuestro día. La primavera nos ofrece
mañanas suaves, mediodías de ensueño, tardes apacibles y noches
refrescantes, serenas, y claras. La luna llena brilla en un cielo lleno
de estrellas.
La primavera es la estación de los nuevos
comienzos. Está llena de entusiasmo y esperanza hacia el futuro; planear,
comunicarse, buscar ayuda y expresar amor y gratitud son actitudes que la
caracterizan.
La primavera es la estación siempre deseada,
después de un invierno tal vez crudo e implacable. La primavera lo alegra
todo, y es esperada. En la primavera todo es ensueño, alegría, felicidad
y proyectos. Las plantas florecen.
Es el amor fresco, todavía inmaduro, lleno de
rocío, de ilusiones, es la estación del entusiasmo de los primeros años
de matrimonio. Es un amor todavía hecho capullo que no ha abierto su
flor. Es un amor de ensueño, y de belleza. Es un amor que no ha recibido
todavía los soles fuertes del verano, ni el granizo, ni tempestades del
otoño, ni las heladas del invierno. Es un amor tierno, naciente y por lo
tanto emocional y aun frágil. Tiene como meta crecer y fortalecerse con
el tiempo. Pero para esto deben llegar las otras estaciones.
Es un amor donde nos estamos descubriendo. En
esos primeros años ambos, el esposo y la esposa, descubren juntos un
universo nuevo, con la ternura propia del comienzo, pero quizá demasiado
fácil.
En la primavera del matrimonio, el amor está
apenas estrenándose, la ternura en gestos y palabras está abriéndose
camino, no ha tenido tiempo de contaminarse ni de ser lastimado.
Características de la
primavera matrimonial
1. Florece el amor. Son
los años donde comienza a florecer el amor, el ambiente se llena de
ilusión y surge el aroma perfumado de la pasión. Podría llegar el primer
hijo y se escucha la alegría de las sonrisas en toda la casa.
2. Es un tiempo donde el “yo”,
da paso al “nosotros”. Las cosas son nuestras. Aprendemos a
compartir responsabilidades en el hogar y surge el espíritu de
cooperación. Es una época de sueños compartidos y de proyectos por
realizar.
3. Nos comunicamos a partir de
la ternura, el afecto y la suavidad de la consideración. Es un
tiempo para descubrirnos, acercarnos y comunicarnos con ingenuidad y
calidez. Es un momento para aceptarnos tal cual. Surge la disculpa amable
y la sonrisa inocente. Es un momento donde el sentimiento se expresa
físicamente con besos, abrazos y caricias espontáneas.
4. Euforia romántica. Los
primeros días, semanas y meses evidencian una época de euforia romántica.
La pareja se busca y se encuentran en el beso y el abrazo. Se complementan
fácilmente y los conflictos son mínimos. Al ser todo nuevo, aun no surge
la rutina, simplemente nos estamos conociendo íntimamente.
Aun no surgen las diferencias fuertes y los
pleitos acalorados. El amor está naciendo.
La pareja está ocupada en construir sus sueños,
la esperanza es el combustible. El amor en la primavera es generoso,
suave y parece fácil.
5. La primer crisis, la
desilusión. Es al finalizar la primavera cuando
aparece la primera crisis, y surge la desilusión. Esto podría darse en cualquier
momento pero generalmente surge al segundo o tercer año del matrimonio.
La cercanía, las fricciones, la costumbre y las
diferencias comienzan a en causar el matrimonio hacia la madurez. La
idealización del noviazgo y la ilusión de los primeros meses da paso a la
primera crisis que lleva a la desilusión. Es la convivencia diaria, los roses,
las diferencia, el cansancio y la rutina los que comienzan a minar la
ilusión.
El noviazgo genera una imagen distorsionada del
amor, porque se idealiza la pareja y la convivencia. La convivencia
revela lo que somos en lo íntimo, las costumbres y los hábitos.
De repente, comienza a hacer calor en el
matrimonio, se aproxima el sol fuerte de la dificultad, surge el
cansancio del trabajo de la casa, el agotamiento en la crianza de los
niños. La familia del cónyuge interfiere en la vida matrimonial. Las
deudas hay que comenzar a pagarlas y la ilusión comienza a desvanecerse.
Recomendaciones prácticas:
1. Comience el matrimonio con esta decisión:
“Decido hacerte feliz”. Y nunca piense: “Quiero que me hagas feliz”. Sólo
así el amor podrá prevalecer a pesar de la rutina, la desilusión, y las
diferencias.
2. Tenga claro lo siguiente: “Nadie puede llenar
plenamente mi vida”. Mi cónyuge puede compartir lo que tiene, pero no puede
darme lo que no tiene. Además, nadie es perfecto. Por otro lado, la
conquista de la felicidad es un reto personal y es intransferible.
Nadie está en la capacidad de llenar plenamente
a otra persona. Por eso, no debemos tener demasiadas expectativas, si las
tenemos, la desilusión puede ser muy fuerte y podría lastimar la
relación.
La meta a perseguir es, “construyamos juntos el
matrimonio, hasta lograr una relación estable y llena de amor.”
3. “Hagamos prevalecer la ternura”. Esta debe
dosificarse para que no empalague. La ternura es elegancia, suavidad,
cortesía, gentiliza. Sin ternura podríamos caer en la rutina, y la rutina
lleva a la desilusión.
Sin ternura se puede caer en la apatía, el descuido
personal, y la desatención. La ternura se expresa con cariño diario.
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