Los estereotipos
Desde su más tierna edad, una mujer carga con muchas concepciones de cómo debería ser para que la cataloguen como tal. De bebés, se les viste sobre todo de rosado y usualmente llevan en sus tiernas orejitas aretes, para que se les distinga como mujeres. De niñas, deberían jugar a la casita, pedir muñecas, ser tranquilas y ayudarle a mamá en el hogar, sobre todo si tienen hermanitos o hermanitas menores. De adolescentes, además de ayudarle a mamá en las labores del hogar, deberían ser coquetas, usar muchos colores al escribir en el colegio, llevar un diario en el que apunten sus vivencias diarias y estar enamoradas.
De adultas, deberían estar casadas, y si no están casadas, deberían tener novio y estar a punto de casarse, ser formales, tranquilas, les deben gustar los niños y desear al menos uno, además de saber cocinar, porque si saben cocinar “ya se pueden casar”. Pareciera ser que para cada etapa, existen concepciones específicas de cómo debe ser una mujer. No obstante, por ahora concentrémonos sobre todo en la mujer adulta.
La influencia de los medios de comunicación es significativa por su impacto en la audiencia, y por llegar a casi todos los rincones del mundo, siendo pocos los sujetos que se libran de su alcance. Lamentablemente, este poder de influencia no es utilizada de manera adecuada por algunos medios de difusión que utilizan y tergiversan la imagen de lo femenino. Solo basta con apreciar de forma reflexiva las propagandas comerciales, para darnos cuenta de esta realidad, en la que ciertos anuncios televisivos, manejan la imagen de lo femenino a conveniencia, empleándola para atraer la mayor cantidad de consumidores posible. Sin embargo manipular la noción de mujer de esa forma, perpetúa estereotipos. Algunos ejemplos de campañas publicitarias que promueven arquetipos de lo femenino podrían ser:
- Comerciales de detergentes de ropa, lavaplatos, consomés, medicinas para la familia y demás productos para el hogar: Estos nos muestran a mujeres amas de casa, dedicadas a las labores del hogar; a este tipo de mujeres las muestran como madres serenas, usando poco maquillaje, en camiseta y con jeans.
- Comerciales de cigarros, licores y automóviles: Estos otros usan la imagen de la mujer sexy, delgada, soltera y por supuesto sin hijos, eternamente seductora, de quien no interesa su grado de inteligencia.
- Comerciales cosméticos, ropa, zapatos y productos de belleza en general: Finalmente los de este tipo utilizan la idea de una mujer vana y consumista, que compra por ser su hobby predilecto y su forma de realización personal.
La idea sociocultural de la mujer adulta ideal
Si bien es cierto que la idea sociocultural de la mujer adulta ideal podría ser diferente dependiendo del contexto, es posible aventurarse a describir a grandes rasgos una idea general de lo que debería ser “la mujer ideal” según sea su etapa o situación de vida. Sin duda alguna cada lector podrá afinar la imagen según su bagaje particular:
- La acompañante perfecta: Aquella mujer por supuesto delgada, hermosa, invariablemente alegre y anuente, muy a la moda, siempre arreglada, que sabe escuchar y hacer comentarios oportunos y con todas sus responsabilidades bajo control.
- La casada: Debería querer tener hijos, preferiblemente desear quedarse en el hogar para criar a los pequeños, manejar cada detalle de su casa, matrimonio e hijos sin dificultad alguna, no frustrarse, no enojarse, ante todo ser feliz, dulce, amorosa, sacrificada, apacible, en fin con una disposición innata a complacer a los demás.
También es deseable que sea una excelente administradora de los recursos del hogar, hasta el punto de hacer magia con ellos; y si es posible -según las tendencias de los últimos años-, también debería estar totalmente tonificada como resultado de su persistente asistencia al gimnasio.
- La trabajadora: De igual manera debe manejar las labores del hogar sin dificultad, verse impecable, no cansarse, atender a los niños con energía, y a su esposo con amor. Mientras además, tiene que demostrar constantemente en su trabajo que su condición de mujer no le impide desempeñarse como un hombre.
- La soltera: Debería ser atractiva, inocente, sin experiencia sexual previa pero experta en las artes de complacer a su conyugue al momento de casarse, por supuesto preparada para atender los quehaceres domésticos, tener una carrera u oficio para colaborar en la provisión de la casa y desear tener hijos, entre otras características.
Existen un sin fin de preconcepciones que la mayoría conocemos muy bien, y que ciertamente pueden causar gran estrés a aquellas mujeres -sin duda la mayoría- que no “dan la talla”, simplemente porque estos “prototipos” son irreales, no toman en cuenta el cansancio físico, la presión de lo cotidiano, ni los sentimientos de frustración, entre otras aspectos. En general se podría decir que los estereotipos obvian la condición humana de las mujeres.
No sería prudente adjudicarle la existencia de los estereotipos a los medios de comunicación masiva. Algunos de ellos tienen el propósito de vender o entretener, otros tienen el fin de educar. El trabajo de selección y reflexión es de cada persona.
Tampoco colabora al mejoramiento endosarle la responsabilidad total a la sociedad por formar estereotipos, o exigencias imposibles de alcanzar.
Las dificultades surgen cuando asumimos irreflexivamente los estereotipos vistos, leídos o escuchados a través de diferentes fuentes, tomándolos como modelos reales y deseables de alcanzar.
Es normal no poder cumplir con todas las exigencias que de una u otra forma se les impone a las mujeres. Sin embargo los sentimientos de frustración que pueden surgir ante esta imposibilidad pueden llegar a ser fuente de angustia, sentimientos de impotencia e inclusive depresión en algunas mujeres. Por esta razón es importante asumir una actitud correcta ante semejantes presiones con miras al disfrute pleno de la vida.
Cuál debería ser nuestra actitud ante los estereotipos
Retomemos el ejemplo de la madre y su hijo citado al inicio. Esta mamá, al escuchar el comentario de su hijo tuvo una conversación con el niño acerca de no sobrevalorar las cualidades físicas y de la importancia de todas aquellas virtudes internas que nos hacen especiales, aún cuando no puedan ser observadas a simple vista. Asimismo le explicó que todos somos diferentes, no obstante igualmente valiosos.
Si reaccionáramos como esta madre, ayudaríamos a fomentar en otros una actitud más crítica y reflexiva ante los estereotipos y es posible que seamos capaces de evitar conscientemente ser influenciados por ellos. De esta forma, dentro de nuestras posibilidades y campos de acción, colaboraríamos a construir un futuro diferente con pasos firmes y consistentes, sobre todo a través de la transmisión de valores como el respeto y amor al prójimo a quienes nos rodean.
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