La paternidad, como la maternidad, es un don divino. Al igual que el matrimonio, que es su fundamento natural, debe ejercerse con reverencia, respeto, dignidad y compromiso.
Barry Huntoon, médico de California, Estados Unidos, estaba hojeando un número de la revista Life cuando sus ojos se fijaron en una foto en la que había algunos vietnamitas. En el grupo estaba una adolescente de trece años de edad que le sonreía desde la foto. Al ver el rostro, Barry se sintió conmovido.
La niña de la foto era casi idéntica a una muchacha vietnamita que había sido su novia cuando estuvo en Vietnam. Era en la época de la guerra en que él y otros millares de jóvenes norteamericanos prestaron servicio en el ejército de su país, y él sirvió en Vietnam como médico.
Se restableció entonces el vínculo invisible, el vínculo irrompible, el vínculo que enlaza con más fuerza que un imán. Si esa adolescente de la foto era su hija, él tenía que encontrarla.
Barry viajó a Vietnam, y tras dos años de búsqueda, de desvelos y de trámites, se reunió con su hija. Fue un increíble triunfo. Fue el triunfo de la paternidad responsable.
He aquí una bella y emocionante historia. Este hombre, cuando fue médico en Vietnam, se enamoró de una vietnamita con la que tuvo una niña. Tuvo que salir de Vietnam antes que la niña naciera, y no pudo sacar a su novia. Nunca supo de la niña. Su primera noción de que era padre fue al ver esa foto en la revista. Lo demás fue cuestión de viajes, de indagaciones, de trámites y de tiempo. Verdadera paternidad responsable.
La paternidad, que para algunos no es más que un simple instinto biológico, es muy fuerte en otros. Para algunos, engendrar un hijo es algo intrascendente. No obedece más que al instinto animal. Con la misma dejadez con que seducen a una muchacha, abandonan también al ser engendrado. Pero hay otros para quienes el ser padre tiene dimensiones cósmicas, eternas, divinas.
La paternidad, como la maternidad, es un don divino. Al igual que el matrimonio, que es su fundamento natural, debe ejercerse con reverencia, respeto, dignidad y compromiso. El padre que no reconoce esa responsabilidad produce hijos frustrados y resentidos. Los hijos que son fruto de un padre y de una madre responsable serán hijos felices, juiciosos y estables. Cuando el ser humano vuelve a las leyes divinas y hace de Cristo su Señor y Dios, recobra el sentido verdadero de la paternidad. Volvamos a las leyes de Dios y hagamos de Cristo nuestro Señor y Rey.
Barry Huntoon, médico de California, Estados Unidos, estaba hojeando un número de la revista Life cuando sus ojos se fijaron en una foto en la que había algunos vietnamitas. En el grupo estaba una adolescente de trece años de edad que le sonreía desde la foto. Al ver el rostro, Barry se sintió conmovido.
La niña de la foto era casi idéntica a una muchacha vietnamita que había sido su novia cuando estuvo en Vietnam. Era en la época de la guerra en que él y otros millares de jóvenes norteamericanos prestaron servicio en el ejército de su país, y él sirvió en Vietnam como médico.
Se restableció entonces el vínculo invisible, el vínculo irrompible, el vínculo que enlaza con más fuerza que un imán. Si esa adolescente de la foto era su hija, él tenía que encontrarla.
Barry viajó a Vietnam, y tras dos años de búsqueda, de desvelos y de trámites, se reunió con su hija. Fue un increíble triunfo. Fue el triunfo de la paternidad responsable.
He aquí una bella y emocionante historia. Este hombre, cuando fue médico en Vietnam, se enamoró de una vietnamita con la que tuvo una niña. Tuvo que salir de Vietnam antes que la niña naciera, y no pudo sacar a su novia. Nunca supo de la niña. Su primera noción de que era padre fue al ver esa foto en la revista. Lo demás fue cuestión de viajes, de indagaciones, de trámites y de tiempo. Verdadera paternidad responsable.
La paternidad, que para algunos no es más que un simple instinto biológico, es muy fuerte en otros. Para algunos, engendrar un hijo es algo intrascendente. No obedece más que al instinto animal. Con la misma dejadez con que seducen a una muchacha, abandonan también al ser engendrado. Pero hay otros para quienes el ser padre tiene dimensiones cósmicas, eternas, divinas.
La paternidad, como la maternidad, es un don divino. Al igual que el matrimonio, que es su fundamento natural, debe ejercerse con reverencia, respeto, dignidad y compromiso. El padre que no reconoce esa responsabilidad produce hijos frustrados y resentidos. Los hijos que son fruto de un padre y de una madre responsable serán hijos felices, juiciosos y estables. Cuando el ser humano vuelve a las leyes divinas y hace de Cristo su Señor y Dios, recobra el sentido verdadero de la paternidad. Volvamos a las leyes de Dios y hagamos de Cristo nuestro Señor y Rey.
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