“María”: ¿recibes a “José”, como esposo, y prometes
serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y
así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida? “Votos matrimoniales”
Ese día especial, el día de nuestro matrimonio. Para
todos aquellos que ya hemos contraído nupcias, esa fecha marcó un cambio en
nuestras vidas. Conservamos de ese momento gran cantidad de memorias, y al
remontarnos en el tiempo, hasta podemos sentir nuevamente las “mariposas en el
estómago” antes de desfilar con la marcha nupcial. Ese día todos los casados
prometimos ante el clérigo serle fiel a esa persona única y especial; y
de este mismo modo, lo prometerán las parejas que se acercan a festejar ese
gran día.
La fidelidad brota del amor a lo que es realmente
valioso y significativo, ya sea hacia una amistad, la pareja o a los principios
en los que creemos profundamente. Al decidir serle fiel a una persona o a un
ideal, en resumen, lo que estamos haciendo es valorar la riqueza de aquella
persona, o apreciar con vehemencia aquello que defendemos porque pensamos que
en ello hay verdad.
El catedrático emérito de filosofía de la Universidad
Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Española de Ciencias
Morales y Políticas, Alfonso López Quintás, en una entrevista a un medio de
comunicación menciona que: “las palabras fiable, fe, confiar en
alguien, confiarse a alguien... están emparentadas entre sí, por derivarse de
una misma raíz latina: fid. El que descubre el elevado valor del amor conyugal,
visto en toda su riqueza, cobra confianza en él, adivina que puede apostar
fuerte por él, poner la vida a esa carta y prometer a otra persona crear una
vida de hogar.”
Ahora bien, si este valor es trascendental en las
relaciones de amistad, pensemos cuánto más en las sentimentales; en otras
palabras, aquella relación en la que hemos puesto todo nuestro corazón y a la
que especialmente hemos prometido ser fieles. Si bien, en la actualidad se han
ido diluyendo ciertos valores que antes eran norma, como el peso de dar la
palabra, la fidelidad aún es posible al mismo tiempo que es imprescindible
sobre todo si deseamos una relación honesta que tenga 'éxito a través de los
años. La fidelidad es un elemento importante que nos ayuda a cultivar una
relación sincera y honesta, mas para ello, es necesario sensibilizarnos en su
importancia al tiempo que aprendamos estrategias para escapar de situaciones
peligrosas.
Este valor se practica entre dos personas libres, que
se aman, se respetan y desean construir un futuro estable; por lo tanto,
ser fiel es la decisión de honrar la relación de pareja y el compromiso de
exclusividad que asumimos al unir nuestra vida a la de esa persona amada,
nuestro conyugue. Por lo que, el ejercicio de la fidelidad se debe practicar
desde las emociones y los pensamientos, ya que es allí donde nacen las
acciones; en el deseo del corazón.
Por lo tanto, la fidelidad hay cultivarla día
a día. Invertir en la relación no es como una vacuna que nos libra de
padecer de una enfermedad de por vida, es más como una vitamina que debemos
tomar día a día, para fortalecernos y cuidarnos.
Recomendaciones prudentes
Es un mito pensar que por amar a nuestro cónyuge no
seremos atraídos por alguien del sexo opuesto en alguna ocasión. De ahí que, al
atravesar un momento de peligro como ese debemos realizar una mayor
intervención en la relación matrimonial, esto es, tomar la “pastilla” diaria
que nos levante las defensas contra la infidelidad. En este momento de
vulnerabilidad deben surgir todos los razonamientos necesarios que nos motiven
a pensar en esa persona amada, en sus cualidades y en las cosas que, tal vez
por el correr diario, hemos dejado de abonar a la relación.
Un detalle importante a considerar cuando se sienta
atraído por otra persona que no es su conyugue es preguntarse: ¿Por qué es
fácil ilusionarse con una persona extraña que se presenta interesada en
nosotros, amable, atractiva y sensual? Porque, la novedad excita y
oculta las imperfecciones.
Los sentimientos hacia una persona del sexo opuesto se
pueden desarrollar cuando se está en una situación de contacto frecuente. En
estas situaciones existe la oportunidad de que se desarrollen la atracción,
afecto y pasión. Esto puede ocurrir entre compañeros de trabajo, amigos
íntimos, o vecinos que invierten más tiempo en esa relación de amistad que en
su matrimonio. Inicialmente ésta relación puede parecer muy natural, casi
irresistible y hasta justificada con disculpas como: “sólo somos amigos”, o “en
casa no me entienden y esta persona si me escucha y comprende”, entre otras.
Por lo tanto, es importante conocer nuestra
vulnerabilidad. Algunos especialistas sugieren la existencia de factores
que estimulan la atracción y la química corporal como: la apariencia
física, el hecho de que una persona sea muy sociable, intelectual o atenta, una
fragancia atrayente en alguien disponible o el consuelo en momentos de dolor.
Es importante aclarar que las circunstancias pueden ser casuales, pero si no se
cultiva la relación matrimonial en pequeños detalles como: arreglarnos para
nuestra esposa o nuestro esposo, oliendo rico para él o ella, ya que si dejamos
espacios descuidados que son importantes para nuestra pareja, es posible que
una tercera persona se introduzca en esas grietas que hemos dejado crecer en la
relación marital.
Si está experimentando atracción por alguien más que
su cónyuge, deténgase mientras aún hay tiempo, ya que al quebrantar el pacto de
fidelidad, se quiebra la confianza que es como un frágil cristal difícil de
reparar. El precio de hacerle daño a la persona amada debe considerarse muy
seriamente. Algunas cicatrices podrían ser que nuestra pareja pierda la
confianza y el respeto, así como amigos y familiares que se enteren de la
situación e igualmente se vean afectaos. Adicionalmente, para cubrir la
infidelidad se desarrollan otras conductas nocivas tales como la mentira, la
irresponsabilidad y el abuso. Por otro lado, es frecuente que las finanzas
familiares se vean afectadas y se experimentan sentimientos de culpa y soledad.
En resumen, se pone en riesgo el proyecto de vida que se ha venido construyendo
con esfuerzo individual y familiar a través de los años.
Sin importar el motivo que utilicemos para justificar
la infidelidad, las consecuencias siguen siendo las mismas: la persona infiel
tiene que mentir, ocultarse, se llena de culpa, y de un momento a otro
compromete su vida, la de los suyos, su honor y credibilidad, con consecuencias
lamentables. Constantemente, debemos preguntarnos si vale la pena arriesgar lo
que nos ha costado construir, por tanto tiempo: la familia que amo, la
admiración de mis hijos e hijas, el respeto de los míos, la confianza que
genera ser una persona de palabra, la salud, y tranquilidad emocional. Este
ejercicio nos permite valorar lo verdaderamente importante en la vida y
reconocer la futilidad de una relación extramarital cuando hay tanto en juego.
Por consiguiente, ante cualquier otra ocupación
cultive la cercanía con su conyugue, procure el contacto físico y la
comunicación. Estos son elementos que nos ayudan a mantener la relación fuerte
y saludable. De este mismo modo, en momentos de vulnerabilidad refúgiese en su
pareja o en una persona cercana, confiable y prudente que le escuche, le ayude
a ver las cosas claras y le brinde consejos para procurar la fortaleza de su
matrimonio.
Algunas precauciones y recomendaciones para proteger
su relación matrimonial son las siguientes:
Ø Reconozca la propia vulnerabilidad:
si se encuentra amenazado por la atracción hacia otra persona. Por
ejemplo, queremos ver a alguien que nos agrada mucho, recibir y hacer llamadas
muy frecuentes, sentir que nos hace falta ver y hablar con esa persona.
Ø Procure buenos amigos: preste
atención a las advertencias de sus amigos, o de su propio cónyuge, que percibe
el peligro. No desestime estas advertencias y tome medidas inmediatas, de ahí
la importancia de tener amigos que protejan su matrimonio. Atienda sus consejos
y recomendaciones.
Ø Busque cultivar la relación marital:
Mantengan proyectos juntos y cuiden la privacidad del hogar, diviértanse
juntos. Cultive una buena, franca y profunda comunicación con su cónyuge.
Resuelva conflictos, desilusiones y no acumule resentimiento. No
disminuya la atención y cuidado de los detalles y demás ayudas emocionales y
afectivas que refuerzan la vida íntima conyugal.
Ø Piense en las consecuencias: Debe
ser consciente de que sus sueños y planes pueden obstaculizarse y verse
truncados por una aventura.
Beneficios de la fidelidad
Decidir ser fieles nos da templanza de carácter y nos
ayuda a autoconocernos, tanto en nuestra debilidades como en nuestras
fortalezas, ya que cuando prometimos mantenernos firmes y leales a nuestro
cónyuge, amarle bajo circunstancias favorables y adversas, realizamos un pacto
que implica de nosotros un espíritu decidido, capacidad de asumir las riendas
de la propia vida y estar dispuestos a regirla no por sentimientos cambiantes
sino por una decisión basada en amor.
Ser fieles nos puede ayudar a distinguir entre
“aguantar” y disfrutar, ya que si procuramos no dañar a nuestra esposa o
esposo, estamos tomando una decisión de amor que va más allá de los cambios de
la vida y las dificultades.
De igual manera cabe mencionar que la paz que nos da
el sabernos dignos de confianza no tiene precio. El “vivir tranquilos”
sabiéndonos personas honradas y transparentes, no se puede comprar en la tienda
de la esquina. Vivir bajo un estilo de vida con principios y valores
cristianos, nos da armonía de espíritu. Al tener paz en el corazón reflejamos
confianza, evitamos las enfermedades que conlleva el estrés adicional causado
por: tener que seguirle la cuenta a las mentiras para no contradecirnos y ser
atrapados, el escondernos y el vernos a nosotros mismos como malos ejemplos
para nuestros hijos e hijas.
En resumen, la fidelidad nos otorga identidad, paz,
armonía con Dios, con nosotros mismo, y con los demás. Ser fieles nos brinda
energía, nos ayuda a cultivar la relación de amor que decidimos construir el
resto de nuestros días, además nos aporta dignidad y honorabilidad.
Tengamos presente el ejemplo de Noemí, mujer
extranjera que decidió apoyar a su suegra en momentos de dificultad en los que
era más sencillo abandonarla: “No insistas en que te deje y me vuelva.
A dónde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu
Dios es mi Dios; donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán. Sólo la
muerte podrá separarnos, y, si no, que el Señor me castigue”. Este
ejemplo de lealtad es digno de imitar; por lo tanto, procuremos vivir de forma
plena nuestro matrimonio, y procuremos ante todo ser fieles para dignificar
cada día el pacto de amor que ese día especial, el día de nuestro matrimonio,
nos unió.
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