Recuerdo la experiencia de Carlos. Todos sus
compañeros hablaban de su última aventura sexual, de la forma en que habían
tenido que mentir para justificar su ausencia, y de cómo el coqueteo terminó en
una aventura. “Hoy nos veremos nuevamente, argumentó Carlos”, refiriéndose a la
segunda cita que tendría con la persona que había conocido la semana pasada.
Una vez más tendría que mentir, ocultarse, tener temor a ser descubierto,
simplemente para vivir 5 minutos de placer. Placer que una vez satisfecho,
perdía su encanto. Él pensó que engañaba a su esposa, sin darse cuenta que el
engañado era él. No era ella la que tenía que ocultarse, la que tenía que
mentir, la que tenía temor, no era ella la que arriesgaba la estabilidad de su
familia.
Tiempo después lo encontré casualmente, su mirada era distante y su sonrisa se
había apagado. Meditabundo exclamó: “Me ocurrió” -sorprendido le contesté;
“¿Perdón?” “-Me ocurrió lo mismo. Ella se fue con alguien más joven que yo.
Bueno, todo tenía techo de cristal”. Él se refería a que aquella aventura, que
tenía fragancia de pasión, se convirtió en un temor que le atrapó. No solo
había perdido lo que le había costado años construir –su familia-, sino que
había quedado atrapado en la mentira de la infidelidad.
Todos dejamos a nuestro paso una fragancia que nos
identifica. Solo falta que las personas convivan con nosotros y al poco tiempo
podrán describirnos. Hay que tener siempre presente que una de las mejores
fragancias que dejan huella constructiva, es el ser conocidos como personas
leales, fieles, consistentes, y de palabra.
Como “caminantes que debemos hacer camino al andar”,
tenemos la exigencia de ser fieles a la partitura que lleva nuestro nombre,
porque quiérase o no, será imitada por quienes nos aman y sobre todo por las
futuras generaciones.
El mejor de los negocios que podemos hacer en la vida
es ser personas fieles, porque así nos convertimos en personas confiables,
vivimos en paz con nosotros mismos y con los demás. Por eso, es necesario
recordar que el amor es más que un sentimiento, es más que una emoción
pasajera, es un acto de la voluntad que se sostiene a través del tiempo con
valor, determinación, perseverancia, detalles y una buena dosis de
comunicación. Es un acto de la voluntad que produce los mejores sentimientos,
que proporciona estabilidad y seguridad a la vida familiar.
Para todos aquellos que anhelan ser fieles, les
instamos a no poner la confianza en sus propias emociones. En la generalidad de
nuestra existencia se experimenta que la atracción hacia la belleza física
siempre estará ahí, la atracción por la aventura probablemente nos va a
seducir, pero no podemos olvidar que la sensualidad tiene la particularidad de
distorsionar la realidad y ocultar las consecuencias. Genera una reacción
bioquímica que ciega la razón. Ante esta realidad, muchas veces insoslayable,
la fidelidad debe sostenerse en el tiempo y más aún cuando somos conscientes de
lo que está en juego. Lo primero que se pierde es la capacidad de amar, la
seguridad del hogar, la paz interior, la confianza en las personas y la
claridad para el desarrollo de nuestras habilidades. La infidelidad nos lleva
al camino de la mentira, a la culpa que daña, a comprometer las finanzas. ¡No
vale la pena ser infiel!
Así como hay que pagar un alto precio por lo que vale
mucho, igualmente hay que pagar un alto precio por la paz interior, por la
felicidad de la familia, por lo que es justo, por hacer valer la promesa
compartida en los votos matrimoniales.
Nos casamos para ser fieles el uno al otro, para
acompañarnos en las buenas y en las malas, en salud o en enfermedad, en riqueza
o en pobreza y hasta que la muerte nos separe.
Cuando somos fieles a la persona que amamos, somos
fieles para con nosotros mismos y para con los demás, porque, ¿quién es el que
se tiene que ocultar? ¿Quién es el que tiene que mentir? ¿Quién es el que tiene
sentimientos de culpa? ¿Quién es el que tiene temor? ¿No es acaso la persona
infiel? Lógicamente, toda la familia sufre, y las víctimas más sensibles son
los niños. No obstante, quien pierde la paz, la confianza y el respeto de los
suyos es la persona infiel. ¡No vale la pena ser infiel!
Ahora bien, La fidelidad se protege asumiendo la
responsabilidad de nuestra palabra. Cuando somos infieles nosotros somos los
únicos responsables. No podemos creer que alguien nos indujo: es necesario
asumir la responsabilidad de nuestros actos. La fidelidad se protege
manteniendo una buena comunicación con nuestra pareja, siendo amigo o amiga de
la persona que amamos, cuidando los detalles, admirando y respetando. Debemos
aprender a luchar con la rutina, y con el cansancio extremo. Debemos resolver
los problemas pendientes, y pasar tiempo a solas con la persona amada. El
matrimonio se protege con pequeños detalles, pero, sobre todo, decidiendo ser
fiel al pacto matrimonial. Disfrutemos de nuestra intimidad sexual y
deleitémonos con la persona que amamos, con la que construimos una relación de
amistad y compañerismo: nuestro cónyuge. El amor no crece por sí solo, el amor
se cultiva, se protege y se alimenta.
Un matrimonio que es fiel permite que sus hijos
crezcan en un ambiente de seguridad emocional, donde se saben amados, valorados
y apreciados. Estos elementos son necesarios para el buen desarrollo de los
niños. Los hijos que han visto a sus padres respetarse y ser fieles el uno al
otro, ven a la familia como el lugar al que siempre pueden regresar en sus
mentes para inspirarse, les es más fácil respetar a sus hermanos, reconocer a
la autoridad y relacionarse con seguridad a la hora de construir su propio
proyecto matrimonial.
En el desarrollo de la vida matrimonial, es necesario
recordar que no solo construimos nuestra felicidad, sino que también estamos
colocando los fundamentos para que nuestros hijos y nietos construyan la suya.
Aquí cabe señalar las preguntas que permanentemente nos impelen: ¿Qué legado
estamos dejando a las próximas generaciones? ¿Estamos abriendo caminos de
esperanza, o impulsamos a un mundo de duda, sospecha y temor? Debemos vivir de
tal manera que abramos camino a la esperanza para la generación que toma
ejemplo en nosotros.
Fiel es la persona que corresponde a la confianza
puesta en ella. Es una persona que vive conforme a la palabra comprometida y a
las normas que promulga. La fidelidad es consecuencia de una relación entre dos
personas libres, que se saben seguras de sí mismas y de los que aman. Personas
con una sana autoestima y deseosos de construir un futuro estable.
La práctica de la fidelidad en nuestra mente y en
nuestras acciones nos dará paz y posibilitará espacios de realización y vida
plena. El sabio Salomón nos aconseja acerca de cómo disfrutar nuestra
sexualidad con libertad, paz y seguridad: (Proverbios:
5:18-19 NVI) “… ¡Goza con la esposa de tu
juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos
te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo!”.
Tanto para hombres como para mujeres, es esta calidad
de vida la que da realización personal a los que viven una relación de pareja,
la que no produce temor, ni angustia. La fidelidad se debe proteger desde las
emociones y los pensamientos, ya que es ahí donde somos atacados. Así que,
cuidemos nuestras emociones y nuestros pensamientos, lo que vemos y lo que
escuchamos, porque es donde se origina la capacidad de ser fieles, leales y
comprensivos.
Consecuencias de la Infidelidad
Ø Conduce a una pérdida de la
confianza.
Ø Se torna mentiroso/a y pierde
credibilidad.
Ø Se afectan las finanzas.
Ø Se arriesga a perder el amor y respeto
de quienes nos aman.
Ø Produce sentimientos de soledad y
culpa.
Ø Pone en riesgo nuestro proyecto de
vida
Las personas fieles
Ø Son seguras de sí mismas.
Ø Tienen relaciones interpersonales
saludables.
Ø Inspiran respeto y confianza.
Ø Se sienten amados y confían en los
demás.
Un matrimonio a prueba de aventuras
Es muy probable que en un matrimonio ambos se amen con
sinceridad, y ninguno de los dos esté pensando en ser infiel, sin embargo, no
es cierto que la infidelidad sea imposible. Es un mito pensar que si amamos a
nuestra pareja, no seremos tentados ni atraídos por alguien del sexo opuesto.
La fidelidad hay que protegerla y cuidarla.
¿Por qué es fácil ilusionarse con una persona extraña
que se presenta interesada, amable, atractiva y sensual? Pues porque la novedad
excita y oculta las imperfecciones y las consecuencias.
Los sentimientos hacia una persona del sexo opuesto se
pueden desarrollar cuando nos encontramos en contacto frecuente, cuando
comenzamos a escribir con regularidad, o cuando le llamamos todos los días. En
estas situaciones existe la oportunidad de que se desarrollen la atracción, el
afecto y el cariño. Puede ocurrir entre compañeros de trabajo, amigos íntimos,
vecinos, o entre jefe y subalterno. Puede parecer muy natural, casi irresistible
y “¡muy correcto!”
Es muy importante conocer nuestra vulnerabilidad y ser
preventivos.
Algunos factores que estimulan la
atracción y aceleran la química del cuerpo:
Ø La fragancia del cuerpo.
Ø La apariencia física.
Ø Una persona muy sociable.
Ø Una persona intelectual.
Ø Una persona atenta.
Ø Una situación de dolor y alguien que
consuela.
Ø La exposición a la pornografía.
Escuchemos las señales de alerta que indican peligro,
y aunque no ha ocurrido nada malo aún, huyamos mientras aun hay tiempo,
busquemos ayuda y hablemos con nuestro cónyuge.
¿Cómo proteger nuestro hogar de la infidelidad?
Ø Reconociendo cuándo nuestra
vulnerabilidad se encuentra amenazada por la atracción. Por ejemplo, queremos
ver a alguien que nos agrada mucho, recibir y hacer llamadas frecuentes,
sentimos que nos hace falta ver y hablar con esa persona. La atracción lleva a
la cercanía, la cercanía a la confianza, la confianza a la fantasía y ésta
despierta deseos incontrolables y los deseos llevan a la consumación y la
consumación al lamento, a la pérdida y al desequilibrio emocional.
Ø Si nosotros mismos, o nuestros
amigos perciben comportamientos inadecuados de parte de alguna persona, o
perciben una situación que podría llevarnos a ser infiel, no desestimemos estas
advertencias y tomemos medidas inmediatas.
Ø Tengamos amigos que protejan nuestro
matrimonio. Atendamos consejos y recomendaciones.
Ø Con nuestra pareja, persigamos
intereses comunes, cultivemos sueños familiares y mantengamos proyectos juntos.
Ø Cuidemos la privacidad de nuestro
hogar.
Ø Aprendamos a divertirnos y a jugar
juntos.
Ø Seleccionemos bien nuestros amigos.
Si estos nos estimulan a la deslealtad, mejor alejémonos.
Ø No frecuentemos lugares que
estimulan la lujuria.
Ø Recordemos que la novedad excita y
oculta las imperfecciones. La atracción estimula la ilusión y la ilusión oculta
la realidad.
Ø Cultivemos una buena, franca y
profunda comunicación con nuestro cónyuge.
Ø Debemos ser conscientes de que
nuestros sueños y planes pueden obstaculizarse y verse truncados por una
aventura.
Ø Hagamos conciencia de que todo lo
oculto saldrá a la luz tarde o temprano.
Ø Resolvamos conflictos, desilusiones
y no acumulemos resentimientos. Ninguno de éstos es excusa.
Ø Renovemos continuamente nuestro
pacto de fidelidad, lealtad, respeto, amor, confianza y comunicación.
Ø Procuremos una vida sexual
satisfactoria con nuestro cónyuge.
Ø Todos deseamos intimidad; revelar
nuestros sentimientos más profundos, sentirnos comprendidos, amados, aceptados,
cuidados y respetados. Intimidad es más que sexo. Es la capacidad de tener una
relación auténtica y llena de respeto mutuo. La intimidad se inicia en un
encuentro emocional y se extiende a lo físico. Tengamos verdadera intimidad con
nuestro cónyuge.
Ø No hay matrimonio que no tenga
dificultades. Por lo tanto, pareciera que todos tenemos una excusa para ser
infieles. Es importante recordar que ningún cónyuge puede satisfacer todas las
necesidades de su pareja. La fidelidad es una decisión unilateral. Una decisión
que solo nosotros mismos, en forma personal, podemos tomar.
Valoremos lo que tanto nos ha costado. Seamos conscientes de que construir un
hogar no es cosa fácil. Hagamos una lista de lo que más amamos de nuestra
familia, de cuánto nos ha costado y de lo que perderíamos si fuésemos infieles.
Tomemos una decisión inteligente.
Si hemos cometido un error, no tengamos temor en
restaurar nuestra relación matrimonial. Todo se inicia con una palabra
valiente; “perdón me equivoqué, volvamos a intentarlo.” Vale la pena ser fiel.