La época de
Navidad representa para la mayoría de las personas y familias tiempo de
alegría, de unidad y de reflexión profunda.
Los aires
navideños traen consigo cambios en el ambiente, en el paisaje, en el
comportamiento y en las actitudes de las personas. Pareciera que se respira un
aire diferente, el entorno se ilumina con luces y colores que alegran el ánimo
de las personas y de las familias.
No obstante, no
podemos obviar que la Navidad actual se ha visto afectada por una incitación al
consumo, a la adquisición exagerada de bienes materiales, a la búsqueda del
disfrute y la satisfacción individualista y momentánea. Pero no hay que
confundirse, la alegría que proviene de una adecuada compresión del espíritu de
la Navidad, no se asemeja, ni en su origen ni en sus manifestaciones, al
ambiente de fiesta y de placer pasajero que se suele promover en las fechas de
Navidad a finales de año.
El verdadero
espíritu de la Navidad tiene mucho que ver con el significado de lo que en
realidad celebra, es decir, el nacimiento de Jesús en un pesebre de Belén hace
más de dos mil años. Ese evento marcó la historia de la humanidad y trajo
consigo un mensaje de amor, perdón, reconciliación, esperanza, alegría, gracia
y buena voluntad para todas las personas y los hogares del mundo, presentes y
futuros.
Más allá de las
hermosas decoraciones, de los villancicos, las luces y de las comidas propias
de la época, la Navidad es un tiempo para que en cada hogar, y en el corazón de
cada miembro de la familia, se represente un pesebre donde nazcan esas buenas
características sustentadas en el amor, la esperanza y la buena voluntad.
Es un tiempo para
compartir en familia, para acercar los corazones que, por diferentes
circunstancias, se hayan distanciado. Es un tiempo para que prevalezca, por
encima de todo, el amor…
Pero sabemos que
la realidad que viven muchos hogares hace que este espíritu de la Navidad no siempre
pueda experimentarse. Algunos especialistas advierten que, en no pocos casos,
las familias no están preparadas para compartir varios días juntos, y los
indicadores registran, desafortunadamente, en esta época, un aumento de la
violencia doméstica y el consumo excesivo de alcohol. Por su puesto que esta
realidad presente en muchos hogares disfuncionales, no solo no corresponde el
verdadero sentido que debe reinar en época de Navidad, sino que resulta,
paradójicamente, en un tiempo de tristeza y angustia para muchos niños,
adolescentes, mujeres y hombres.
La sociedad actual también
está constituida por familias que enfrentan rupturas y disoluciones. Esto hace
que en muchos hogares, los niños y adolescentes no puedan pasar siempre estas
fechas con ambos padres a la vez. En estos casos se requiere de una gran
madurez por parte de los progenitores, mirar el bienestar de sus hijos por
encima de todo y procurar elevar la dinámica familiar aun nivel de convivencia
armoniosa y cordial, dejando atrás resentimientos, enojos, disputas y amenazas,
que traen únicamente lesiones y dolor a todos los involucrados.
Todas las familias
independientemente de sus circunstancias y experiencias, deben de tener en la
Navidad un encuentro con el amor, la buena voluntad y la esperanza,
características que provienen justamente del propio significado del nacimiento
de Jesús.
Asimismo, las
familias deben prepararse para que el tiempo compartido sea de provecho,
crecimiento y edificación.
Por
otro lado, deben advertir que, en el entorno y los contenidos mediáticos, se
encontrarán una permanente invitación al consumo y al disfrute inmediato, pero
que la verdadera esencia de la navidad, más bien tiene que ver con una
oportunidad para fortalecer los vínculos familiares y para elevar nuestro
propio nivel emocional y espiritual.
Fuente: Enfoque a la Familia
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