La buena comunicación también requiere
que entendamos lo que significan las palabras. Cuando la pareja contrae
matrimonio, dos culturas y formas de expresión distintas se unen. Si cada uno
de ustedes no define sus palabras asumirán que tienen el mismo significado para
ambos y comenzarán los malos entendidos. El esposo, por ejemplo, dirá a la
esposa que llegará temprano, pero ¿qué significa temprano? O quizás ella
preguntó si podrían hablar por un momento. Tres horas más tarde ¡ese momento
aún no ha terminado! Cada uno de nosotros utilizamos frases y practicamos
costumbres comprensibles solamente en nuestro propio entorno.
La primera vez
que le silbé a Helen lo hice porque mis padres se llamaban de esta manera.
Helen se dio
vuelta y me preguntó: « ¿me estas silbando?»
«Sí mi amor»
—respondí—, «te estaba llamando».
«Ah, no» —me
dijo—; «se le silba a los perros no a las personas».
¡Ese día me di
cuenta de que yo era del campo y ella de la ciudad!
Debemos
unificar los códigos de comunicación. Tenemos que definir palabras para que
interpretemos lo mismo cada vez que las pronunciemos. Para esto, no debemos
asumir, sino preguntar, no debemos juzgar sino aclarar. Si sentimos que se nos
ha ofendido, debemos preguntar primero por el significado de la supuesta ofensa.
Veinte años después de casarnos ¿cómo cree usted que Helen y yo nos
llamamos? ¡Con un silbido! Pero no es el silbido de mis papás; ahora es
nuestro. La llamo así y ella ya no se ofende.
Otro de los
elementos fundamentales a definir es el silencio. El silencio muchas veces
comunica descontento, enojo, desprecio, mal humor, etcétera. Pero también
—principalmente en los varones— significa reflexión, atención, tiempo para
pensar. Debemos saber cómo manejar el silencio. Su pareja debe estar consciente
de los mensajes sin palabras que usted envía. Esos mensajes son parte de un
código de comunicación íntimo y personal.
Para poder
interpretar los mensajes silenciosos de la pareja uno debe desarrollar el don
de escuchar. Significa que cuando su cónyuge está hablando, usted debe estar
escuchando. Si el tema es importante, apague el televisor o detenga el libro
pero no conteste en automático. Mire a la persona a los ojos y esfuércese por
escuchar lo que le está diciendo.
También es
importante saber esperar el momento indicado. Esto es cuestión de sentido
común. No inicie una conversación importante cinco minutos antes de que termine
el partido. Si yo llego de una conferencia y despierto a Helen para compartirle
algo, le aseguro que no estará en la mejor disposición de oír, y con toda
razón. Es porque tiene sueño y cuando tiene sueño debo dejarla dormir. Cuando
yo estoy muy cansado soy hiper reaccionario y por eso no es un buen momento
para hablar. No obstante, existen los momentos de escuchar.
Cuando usted
escucha bien, usted acepta lo que la otra persona dice sin juzgarla. Hace
preguntas e indica con gestos de afirmación que le importa lo que está
escuchando, de modo que se sienta amada. Yo disfruto de las clases de
psicología que está cursando Helen. Conozco a sus profesoras, a sus compañeras
y compañeros sin haberlos visto nunca. Vivo su historia cada vez que la
escucho, porque su emoción es mi emoción, su dolor mi dolor. Esto se llama
empatía.
Escuchar es una de las actividades más
maravillosas que podemos experimentar. Por esto, no se debe comer con el TV
encendido.
Debemos
también considerar algunos obstáculos para escuchar inteligentemente. Uno es
estar a la defensiva. También es difícil escuchar cuando existen actitudes
incorrectas o prejuicios hacia otras personas. Por ejemplo, usted debe amar a
las personas que su cónyuge ama. Ame a la familia de su cónyuge.
Hable siempre
bien de sus suegros, sus cuñados, y los parientes de ella. Después de usted
ellos son las personas más importantes en la vida de ella.
Otro obstáculo
a la buena comunicación son las interrupciones. A veces queremos imponer
nuestro punto de vista y por eso no dejamos hablar. No intimide con gritos ni
con gestos. Hagan un pacto como pareja: «se acabaron los gritos en esta casa».
No presione a la otra persona para terminar. Muérdase la lengua, mueva los
pies, juegue con el anillo, pero escuche. Escuche con sus oídos, sus ojos y su
cuerpo. Cuando usted logra meterse en lo que la otra persona siente y vive
comienza a sentir lo mismo.
También constituye
un obstáculo a la buena comunicación el estar muy ocupado. Qué triste es que
tenemos oídos para oír y no oímos, ojos para ver y no vemos, corazón para
sentir y no sentimos. Reserve energía para llegar a casa, para dormir a los
niños, para hablar un rato. Ese agotamiento emocional y físico está consumiendo
a las familias de nuestros tiempos.
La buena
comunicación es fruto del esfuerzo. Aclare el mensaje. Observe. Pregunte.
Investigue. Reflexione. Sea paciente. A veces evadimos un tema por alguna sensibilidad
existente. Cuando esto ocurra, vuelva con ternura sobre el tema evadido. Sea
concreto. Resuelva sobre el punto. No busque culpar, sino tome acciones
concretas sobre la situación.
Debemos tener
presente que ciertos temas como, por ejemplo, las relaciones sexuales, no se
hablan en público. Otros problemas, que son muy sensibles, no deben hablarse
delante de los niños. Nunca discuta temas serios cuando están muy cansados.
Separen un tiempo para reunirse y conversar sobre temas que implican tomar decisiones
importantes.
Conclusión
Existen
momentos críticos durante el día para la buena comunicación. Los primeros
y últimos cinco minutos del día deben ser momentos tratados con gentileza,
porque marcan la percepción del día o determinan el descanso en la noche.
Debemos buscar la forma de que esas palabras sean las que edifican y levantan a
la persona. Busque la forma de siempre saludar a su cónyuge con una sonrisa.
El arte de aprender a
comunicarse sabiamente requiere de diligencia y perseverancia, pues no se
cultiva de la noche a la mañana. No obstante, el fruto que deja en la relación
matrimonial no tiene precio. Permitirá que ustedes lleguen a ser verdaderos
amigos que comparten una aventura sin igual entre todas las relaciones que le
regala el Señor. Quien ha disfrutado de esa intimidad jamás se arrepentirá de
haber invertido tiempo en cultivar buenos hábitos de comunicación con su pareja
y con quienes le rodean.